Trabajo y sexo

SE CREE que los hombres agobiador por el trabajo, curroadictos, causan insatisfacción sexual a sus mujeres, por llegar a casa agotados y dormir cual marmotas, sin tiempo ni de intimidad ni polvos. Ellas, aburridas del consorte estresado, se lanzan a actividades compensatorias del fiasco, bien el consumo glotón de dulces, las tertulias con amigas, los culebrones de la caja tonta o aprovechar los encantos del butanero y el fontanero, dispuestos a aliviar ardores a necesitadas. El profesor de psicología Jonathan Schwartz ha presentado una ponencia que entierra la fama de malos amantes de los trabajadores compulsivos. Los resultados provienen de seguir a cien parejas durante un año y registrar datos muy íntimos de su vida conyugal, en particular los de satisfacción femenina, tanto aspectos físicos de las prácticas eróticas (número e intensidad de los orgasmos) como conducta sentimental (calidad íntima de los retozos). Hay una constatación curiosa: los hombres de solera intelectual inferior a la de su chica practican una sexualidad lamentable, rompiendo el mito del gozo inenarrable de la catedrática abrazada por el albañil musculoso. Las compañeras de tíos de mente cultivada alcanzan las mejoras notas en consecución de placer. Otros psicólogos, menos materialistas que Schwartz y su orgasmómetro, argumentan de otra forma, más delicada y romántica: -El peligro de estos varones activos y viriles, muy folladores, es fallar en la conexión emocional. Yerran quienes equiparan amor a número de coitos. Consulto a conocedores del tema. El obispo de Astorga sugiere la búsqueda del amor divino, más espiritual que el magreo. Arguiñano, cocinero inventor de la tortilla de amanitas faloides que elimina capullos, suelta su receta mágica: - Para bajar la tasa de separaciones, la mejor medicina es que la gente se atice un buen menú de pochas con codornices, ventresca de bonito y trago de rioja. Van a la siesta y se lo comen todo, jodiendo como mic os.