LA VELETA
El tercer frente
LOS ANALISTAS políticos más favorables a Zapatero piensan que se ha equivocado muy seriamente al confiar en que el tripartito podría llegar a redactar un Estatuto catalán aceptable. No se atreven a decir que fue el propio Zapatero quien les animó a hacer las reivindicaciones que considerasen suficientes para darse por satisfechos. Después de dos años de debates se comienza a hacer la luz: ERC, CiU y el PSC van a plantear junto a la propuesta de un nuevo Estatuto los cambios de la Constitución sin los cuales esta no podría ser aprobada por el Congreso de los Diputados. Por Madrid como dicen ellos. No se empeñan en buscar la cuadratura del círculo. Su argumentación va a ser la siguiente: la voluntad mayoritaria de Cataluña choca con la Constitución y, por tanto, pide que los partidos españoles se planteen este problema. Entre los numerosos puntos en los que los partidos nacionalistas no están dispuestos a ceder hay dos a los que no están dispuestos a renunciar. Uno se refiere a los derechos históricos de la nación catalana y otro a la soberanía económica de Cataluña. El Estatuto es para los nacionalistas y una buena parte de los socialistas catalanes el borrador de una Constitución o, si se quiere, la Constitución de un Estado asociado. Del mismo modo que lo es de forma descarada el Plan Ibarretxe y de un modo vergonzoso el Plan López. Sin duda alguna, resultaría muy morboso desde el punto de vista psicológico analizar las razones por las que Zapatero ha querido llevar hasta la situación actual los problemas catalán y vasco. ¿Desconocía las exigencias reales de los nacionalistas tanto en Cataluña como en el País Vasco? ¿Pensaba que podría manejarlas con el simple método del diálogo? ¿Se ha sobrevalorado al pensar que podría encauzarlas y de ese modo aparecer como el príncipe de la paz y de la concordia gracias a la conversión del modelo de Estado? Nunca en tiempos de este Gobierno los socialistas llegaron a temer que la cuestión nacional se les fuera de las manos. Eran conscientes de que estaban haciendo entreguismos pero no hasta el punto de la ruptura naciona. El hecho es que no hay día en que no se levante alguna de las voces socialistas con más fama de españolistas. Un día es la de Alfonso Guerra, otro la de Rodríguez Ibarra y otro, incluso de la de Bono. Aun aceptando que estas intervenciones respondan a tácticas de control y no a una oposición real a ZP, el hecho es que terminan conformando un clima de inquietud en el partido. Es un tercer frente que tenderá a agriarse más a medida que el Gobierno tenga que acceder a las exigencias de los socios que necesita para aprobar los Presupuestos, esto es, para mantenerse en el poder.