Diario de León

DESDE LA CORTE

La vuelta de los rencores

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FERNANDO ONEGA
León

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REVISIONISTAS peligrosos. Sólo así se puede calificar a algunos partidos con representación parlamentaria. Con el agravante de que son quienes apoyan y condicionan al gobierno. Es el caso de Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya-Verdes. Según han manifestado a un diario, su gran inquietud es que Zapatero, que lleva 17 meses en el poder, lleva también un año de retraso en redactar el proyecto de ley «de memoria histórica». Se trata de una norma para honrar el recuerdo de los contendientes de la Guerra Civil y de las víctimas del franquismo. Pero hay algo que pone nerviosos a esos diputados: la intención de la vicepresidenta Fernández de la Vega de incluir en esa ley a los contendientes de los dos bandos: los que defendieron la legalidad de la II República y a los que militaron en las tropas «nacionales». Según sus señorías, sólo se debe honrar la memoria de los primeros, de los republicanos, porque los segundos ya han sido muy honrados durante los cuarenta años de Franco y los treinta de transición y democracia. La comparación es válida, pero resuma odio y revanchismo. ¿A qué viene ese intento de resucitar a las dos Españas que más cruelmente se mataron? ¿A qué? Entenderíamos que se hiciera un homenaje a todas las víctimas del franquismo, desde los fusilados a los exiliados en el exterior y en el interior. Entenderíamos que ese homenaje fuera planteado como lección de lo que un país no puede hacer ni tolerar. Entenderíamos que se promoviera un esfuerzo colectivo para restaurar la honra de muchas víctimas, que fue vilipendiada por motivos ideológicos y por rencores acumulados. Todo eso entenderíamos. No se entiende, en cambio, que el honor debido a una parte, cuando se trata de la Guerra Civil, se rinda a costa de borrar el recuerdo de la otra. ¿Hará falta repetir que ha sido una guerra entre hermanos? ¿Hará falta recordar que muchos soldados de ambos bandos fueron arrancados de sus pueblos, sin que supieran a qué milicias iban destinados? ¿Hará falta recuperar las historias de familias cuyos hijos lucharon en trincheras distintas? Pero, sobre todo, insisto, ¿por qué esta necesidad de humillar a unos para honrar la memoria de los otros? Todos fueron víctimas de un tiempo, de fanatismos distintos, pero coetáneos. Todos fueron nuestras víctimas. Marginar expresamente, desde la voluntad política, a un bando, quizá sea el peor servicio que se pueda prestar a la paz civil. Sólo se puede decir a esos diputados: oigan, que hemos logrado una convivencia admirable; oigan, que se están superando los rencores; no estropeen lo que tanto nos ha costado conseguir. Hagamos justicia con la memoria histórica; pero sepan que es suicida usarla para enfrentar.

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