Luz verde para dos proyectos

LA ACTUALIDAD POLÍTICA, económica, social, académica y cultural, ya sea local, provincial o regional, da poco de sí. Al menos en estos días finales del verano. Necesito alargar la tanza para pescar en otros remansos y corrientes. Yo disfruto con la pesca de la trucha, pero mi sobrino, biólogo en antesala, gasta sus energías en las capturas del lucio, barbo y carpa. El Congreso de los Diputados aprobó ayer dos proyectos de ley. Uno exige la autorización del Parlamento para enviar tropas fuera de España. El otro acuerdo parlamentario contempla la devolución de los papeles del Archivo de Salamanca a la Generalitat de Cataluña. La verad histórica no admite dudas: le pertenecían. El primer proyecto de ley, aunque parezca elemental, era absolutamente necesario después de la experiencia del envío de tropas a Irak con engaños y subterfugios. El segundo proyecto es de justicia. Es una competencia exclusiva del Gobierno de la nación, como todo lo referente a los archivos nacionales. Una devolución que, además, había sido propuesta hace más de veinte años por Manuel Fraga. Incomprensiblemente, no se había llevado a cabo. ¿Quién ha oido una voz más alta que otra de Manuel Fraga contra el traslado de los papeles de Salamanca? Los ladridos se han escuchado en Castilla y León, y más en concreto, en la ciudad charra. Desde la Junta se hizo causa común a sabiendas de que el fracaso estaba garantizado. De la misma manera que, en uso de la soberanía nacional y de acuerdo con la legalidad constitucional vigente, se acuerda devolver la documental a la Generalitat, que le pertenece, también debe quedar claro desde este momento que cualquier propuesta de reforma estatutaria que sea anticonsticional, provenga de Valencia, de Cataluña, de Andalucía, o de cualquier otra autonomía, sea rechazada en el Congreso sin paños calientes. Porque deben saber Pasqual Maragall, Atur Mas y compañía, que si el Plan Ibarretxe fue una tormenta en un vaso de agua, la mejor manera de que fracase una reforma del Estutut es que contenga propuestas anticonstitucionales. Y si, finalmente, eso conlleva la jubilación de la mitad de la clase política catalana, ése será su problema. Por una razón: se han mojado más en conseguir el nuevo «catecismo» de gobierno, que en solucionar los problemas que en realidad interesan a los ciudadanos. Si hay criba política e institucional, es probable que sea en beneficio de los ciudadanos que viven en Cataluña. Mientras tanto, prosiguen los disparates. La rentré tras el verano conlleva atolondramiento político. Ahora han sido Acebes y su marioneta, el presidente de la Asociacíón de Víctimas del Terrorismo, Francisco José Alcaraz. Han iniciado una campaña de calumnias al Gobierno, acusándolo de «rendirse a Eta». Sólo puede explicarse tamaño despropósito porque ambos pertenezcan al mundo de Gila, como escribí hace un par de días. Pero eso vale para dejar en evidencia, otra vez, a Mariano Rajoy. El lunes, en la ejecutiva del PP, Rajoy dijo que iba a hacer cruz y raya con el pasado. Debió decir que su intención era hacer borrón y cuenta nueva. Pero dijo «cruz y raya», porque, en efecto, carga con la cruz de Acebes y de Zaplana y no puede salirse de las rayas que le marcó el ex presidente Aznar.