Cerrar

DESDE LA CORTE

El constructor se queda la llave de la luz

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

Creado:

Actualizado:

¡QUÉ desengaño de ingenuos! ¡Qué golpe para sentimentales! ¡Qué baño de realismo! ¡Qué lección para pobres, que nos atrevemos a imaginar el color del dinero! Ayer, los gallegos que además somos ilusos, predicamos por las ondas la buena nueva de la recuperada nacionalidad galaica de una empresa muy popular llamada Fenosa. Este cronista, en pleno fervor patriótico, digno quizá de un militante del BNG, ofició ante toda España una ceremonia de salutación a la reconquista (sic) de tan emblemática compañía. No sé ni contar los dígitos de la liquidez de Amancio Ortega, pero me alegré como si fuera mi dinero, porque era dinero de mi tierra, que haría volver a mi tierra los beneficios de la energía de mi tierra que se produce sobre los valles inundados de mi tierra. Y saludé, con fe propia de un activista liberal, la fortaleza del nuevo capitalismo gallego. ¿Cómo no lo iba a hacer? Estaba en toda la prensa, con aires de gran noticia. ¡Torpe, más que torpe! ¿No ves, querido cronista, que el dinero no tiene patria? ¿No has aprendido que no tiene, ni ha tenido nunca, ni va a tener en el futuro, sentimiento alguno? Anda, guarda esos telegramas que ibas a mandar a Touriño y a Quintana: «Enhorabuena, campeones, Galicia es hoy menos colonizable». Guárdalos, archívalos, que esto sólo es una noticia de dinero. Esconde esos preciosos artículos que ibas a escribir de loa y alegría por lo bien que se organizan, por fin, los grandes inversores de tu país. A don Florentino Pérez le gritaban los espectadores cabreados del 0-1 en el descanso del Madrid-Atlétic: «sólo sabes vender camisetas». Y don Florentino, en aquella Cámara de los Intereses que es su palco, pensaba ya en vender kilovatios. Los seguidores del fútbol le pedían resultados, y don Florentino no veía más resultados que los de Fenosa. Un poco más lejos, don Emilio Botín sacaba la calculadora: Florentino le ofrece 1.600 millones más que Amancio y Jacinto. Las calculadoras, Dios mío, no tienen ningún espacio para sentimientos patrióticos. Ahora los expertos dirán que los constructores diversifican su negocio. Desvían sus fabulosos beneficios a sectores más estables. Yo pienso también que han acumulado tal liquidez, que se pueden hacer dueños de la energía. Después de construir tantas casas y tan caras, ahora quieren la llave de la luz. No lo sé. Hoy tengo el sentir nacional gallego tan deprimido, que sólo tengo una venganza inútil: recordar que el Dépor le quitó la Copa del Rey y el Celta, recién ascendido de Segunda, lo humilló en su propia casa. Pero el realismo llama otra vez a mi conciencia: déjate de historias, cronista. ¿O hay que recordarte aquel debate de las elecciones americanas: «es la economía, imbécil»?

Cargando contenidos...