La amenaza

SERÍA tan extraño que los seres humanos dejaran de matarse como que no se murieran nunca. Ninguna de las dos cosas han dejado de suceder desde que el mundo es mundo y ya sabemos que no estamos diseñados para una estancia muy larga y que continuamos la tradición de acortarla mediante las incesantes guerras. Ahora los peligros más visibles, ya que hay otros que parece ser no los queremos ver, vienen de Irán y de Corea del Norte. Dos lugares que a nosotros nos parecen lejanos, ya que no acabamos de entender que en el siglo XXI todo está muy cerca. El canciller iraní, Ahmadineayd, que es un poco chuleta y lleva gruesos anillos en ambas manos, amenaza con producir armamento si su programa nuclear es llevado a las Naciones Unidas. Confiesa que por ahora no tiene en su agenda el enriquecimiento de uranio, pero si la Agencia Internacional de Energía Atómica se mete en lo que sí le importa, tomará una decisión. Opina que inmiscuirse en sus asuntos es una forma de «apartheid» nuclear. Los europeos, como estamos atareados con otras cosas, acusan a Teherán de incumplir sus obligaciones, pero no proponen ninguna solución. Somos un continente tan viejo que sabemos que no la hay. Corea del Norte accede a desmantelar su programa atómico a cambio de ayuda energética y se compromete a volver al Tratado de No Proliferación, pero introduce muchos matices. De momento no va a alterar nada si no le permiten tener un react or de uso civil. ¿Qué sería mejor?, que ¿un sólo país fuese el dueño único de las armas que pueden destruir el planeta o que se repartieran entre varios? Todo indica que en las guerras del futuro va a haber pocos supervivientes y también pocos héroes. Se ha progresado muchísimo en el arte de matar a distancia y las naciones que se arman hasta los dientes mantienen la boca abierta, por si además pueden morderse.