Aguas revueltas

SI EL Gobierno de Aznar cometió el inmenso error de intentar llevar a cabo un trasvase del Ebro sin consensuarlo con la cuenca, es posible que el Gobierno de Zapatero, en lugar de detener el asunto y reclamar tiempo, se precipitara en un inflexible rechazo que puede que haya que revisar. A estas alturas de la Liga Acuática, ya se han manifestado y puesto al descubierto todos los argumentos, y pronunciadas casi todas las evidencias. El presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, pronunció una interesante conferencia en Madrid, en un acto presentado por la presidenta de la comunidad anfitriona, Esperanza Aguirre, y, ¡como no!, hubo preguntas sobre el Ebro e Iglesias estuvo cauto e inteligente, sin apasionamientos inútiles y sin emociones folclóricas, lo cual no significa el abandono de la firmeza. Más aún, los políticos de declaraciones rotundas son muy de temer y recuerdan aquella afirmación del Conde de Romanones, cuando a la pregunta de un periodista, sobre un asunto de la época, respondió: «¡Nunca!¡Jamás! Al menos... de momento». La Expo de Zaragoza 2008, centrada sobre el agua, puede ser un instante magnífico para llegar a acuerdos sólidos y consensuados, en los que lo que sea bueno para Aragón sea también bueno para España, y viceversa. Pero ahora bajan las aguas revueltas. Tan revueltas que otras tres comunidades -Castilla-La Mancha, por un lado, y Murcia y Valencia, por el otro- están enfrentadas a propósito del trasvase Tajo-Segura. No voy a fatigar con las consideraciones harto conocidas, pero habrá que definir cuál va a ser nuestro modelo de desarrollo hasta mediados de siglo y, en función de ello, debatir un Plan Hidrológico, que puede ser bueno, malo o regular, pero que está visto que no puede hacerse, como dijo aquel ministro, en un mal día, «por cojones». La vía testicular induce a agitar todavía más las aguas. Por eso, la templada conferencia de Iglesias en Madrid puede resultar esperanzadora y anuncio de unas aguas calmadas.