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DESDE LA CORTE

La nueva «guerra» de África

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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DESDE PEREJIL no había pasado nada malo en relación con el vecino del Sur. Al revés: llegó Zapatero, puso toda su bondad natural y su proverbial optimismo a disposición del entendimiento con el régimen marroquí y empezó una luna de miel. Ayer todavía estaba oficialmente vigente. Así se esforzaron en demostrarlo los asistentes a la «cumbre» hispano-marroquí. Pero escribo «oficialmente» porque, en las relaciones con Marruecos, siempre hay corrientes subterráneas invisibles y una desconfianza basada en razones históricas. Ahora mismo, tal desconfianza tiene un motivo: el asalto de inmigrantes a Ceuta y Melilla. El último tuvo caracteres de auténtica batalla, con el triste balance de cinco muertos y cerca de un centenar de heridos. Durante los próximos días conoceremos las causas exactas de las muertes. No es lo mismo que hayan sido fruto de la avalancha humana que de disparos. No es lo mismo un accidente que un exceso en la represión. Y no es lo mismo disparar al aire o con bolas de goma que disparar con fuego real. Pero, mientras no haya más datos, no es todavía el tema de debate. El tema es que se han producido concentraciones de cientos de personas al otro lado de las dos fronteras. Desde ellas han planificado los asaltos, han construido escaleras y hasta han tenido la habilidad de desviarse a Ceuta cuando todas las miradas estaban puestas en Melilla. Un régimen que tanto controla a las personas como el marroquí, ¿no lo ha visto? ¿No lo ha comunicado a España? ¿No hizo nada por disolver esos «ejércitos» que llegaron a ser de setecientos inmigrantes? Esa es la espina que lleva clavada nuestra sociedad. Por muchos «ilegales» que Marruecos haya expulsado de su territorio (dicen que millares), falta por explicar cómo ha permitido la formación de esos grupos al lado nuestra frontera. Es difícil separar ese fallo de la sospecha de que todo lo que sea asedio a Ceuta y Melilla es bueno para el régimen marroquí. Zapatero quizá haga bien en mantener la sonrisa, pero es muy aconsejable que detrás de ella mantenga una alta reserva de desconfianza. En todo caso, y sin ánimo de jugar con palabras altisonantes, esto es una pequeña guerra; la nueva guerra de Africa. Y como es una guerra, se pone a funcionar al Ejército en la vigilancia y control de fronteras. El «enemigo» no está identificado, ni lleva banderas de ataque. Pero es todo un continente, el africano, que huye de su hambre y culmina en las vallas de Ceuta y Melilla una aventura terrible de meses de huida a través de montañas y desiertos. El corazón pide socorrerles. La seguridad pública exige defenderse. En ese conflicto entre solidaridad y defensa, el accidente o la desgracia ya pusieron demasiados muertos.