Previsiones

DESDE hace algunas semanas venía diciendo que, en mi opinión, lo más probable era que el Parlamento autonómico catalán acabase aprobando un proyecto de Estatuto, cualquier proyecto, para enviarlo a Madrid; me parecía muy improbable que los políticos catalanes corriesen el riesgo de hacer el ridículo solemne de fracasar en su aventura. Si lo enviado al Congreso resultase rechazado, siempre quedaría un gran territorio de victimismo que cultivar y explotar. Hoy, a la vista de cómo se desarrollan los hechos, parece que no andaba muy descaminado en lo primero, pero me temo que me equivocaba en lo segundo. Empiezo a sospechar que el Congreso (excepto el Partido Popular) muy bien puede aprobar lo que le llegue, porque siempre quedará el seguro del Tribunal Constitucional, al que el PP sin duda recurriría si el texto aprobado fuera muy disparatado. Desearía equivocarme, pero es ya larga la experiencia, desde la Transición, de iniciativas socialistas insensatas en la confianza de que 'la derecha' (la UCD primero y el PP después) ya pondría orden; y en ese caso siempre quedaría el recurso de acusarla de carca reaccionaria, que siempre es muy agradecido. La pregunta, después de esto, es: ¿podemos estar seguros de que, llegado el Estatuto autonómico catalán al Tribunal Constitucional, sería anulado? La respuesta, lamentablemente, es que no podemos: sometido a la conveniente presión, el TC ya ha demostrado en varias ocasiones su capacidad de dictar sentencias pasmosas. Pero no nos adelantemos tanto: ¿y si hoy el Parlamento catalán no aprobase nada? Porque eso no es probable, pero es posible.