Zaplana descarrila

ESCUCHANDO la última de Zaplana, cuando anteayer vinculó a ETA con el Estatuto de Catalunya, se descubre la vigencia extraordinaria de algunas de las cosas que dijo don Manuel Azaña en 1930, en la conferencia de su toma de posesión de la presidencia del Ateneo de Madrid. Por ejemplo: «Nada es más urgente en España que el concurso de la inteligencia pura en las contiendas civiles». Escuchando a Zaplana, oyéndole deslizar la gárrula insidia de que ETA tiene algo que ver con las conversaciones que mantienen los partidos para elaborar un nuevo Estatuto Autonómico de consenso, se convence uno de que, en efecto, lo más urgente en España es el concurso, no ya de la inteligencia pura, sino de la inteligencia normal y corriente en política. Casi todo lo que necesita España, bien es verdad, lo necesita urgentemente, desde el reforzamiento de la calidad de la Educación al saneamiento profundo del aparato estatal, pasando por la apremiante necesidad de viviendas públicas o de una mayor y más efectiva protección de la naturaleza. Pero lo más urgente de todo, pues de ello depende todo lo demás, es el concurso en política de la inteligencia, del raciocinio, del talento o, siquiera, del sentido común. Zaplana, que osa decir en el Congreso de los Diputados lo que no sería correcto insinuar ni en una conversación de taberna debería, no ya estudiar lo mucho y variado que se necesita para presentarse ante sus compatriotas como portador honesto y fiable de una alternativa política, sino volver a empezar por las primeras letras para evitar esos descarrilamientos de la razón que provocan escalofríos.