Diario de León

A CAMPANA TAÑIDA

Ecos de Marruecos

Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

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EN ESTOS momentos, la situación en las verjas que separan Ceuta y Melilla de Marruecos es igual que las invasiones en los tiempos antiguos. Miles de emigrantes clandestinos se preparan para el asalto al amparo de la noche. Unos fracasan, otros lo consiguen y se escabullen en la noche. Y Marruecos deja hacer, pero no por desidia, sino por estrategia. Añora la reconquista de Al-Andalus, no con las armas sino con inmigrantes musulmanes. La cosa no viene de ahora, sino de muy atrás. Conviene contar una experiencia personal. Siendo senador, en noviembre de 1999 la Comisión de Exteriores del Senado fue invitada por su homóloga marroquí a un viaje oficial de cinco días. Entonces las cosas estaban tensas por lo del Sahara y porque había expirado el convenio de pesca. Marruecos quería renovarlo en condiciones leoninas que solo beneficiasen a ese reino: pescaban los marroquíes, no los españoles; el pescado se procesaría en Marruecos con mano de obra marroquí; y se exportaría por medio de compañías mixtas de España y Marruecos, que permitiesen introducir el pescado como si fuese de la Unión Europea, a la que Marruecos no pertenece pero España sí. Entonces el embajador nuestro era Jorge Dezcallar, de conocidas simpatías socialistas, aunque aupado a semejante puesto por el gobierno de Aznar, quien lo catapultó después -y con acuerdo socialista- a la jefatura de los servicios de espionaje españoles, donde tuvo una actuación que aún hoy permanece secreta. Después del 11-M, Zapatero le dio el mejor destino en Europa: la embajada en el Vaticano. Pero sigamos. En una de las reuniones con una delegación de senadores marroquíes, su jefe pidió que todos hablásemos sin medias tintas. Entonces un senador canario preguntó cómo era posible que cada día llegasen a Fuerteventura pateras con multitud de niños y de mujeres embarazadas. Ese era otro tráfico distinto del del Estrecho: ¿quién lo pagaba?, ¿quién lo consentía o alentaba? Un senador marroquí se revolvió hecho una furia y nos increpó a todos: «Marruecos no tiene nada que ver, serán las mafias, las mafias españolas». Aquello no se tenía de pie, pues entonces como ahora es imposible tal tráfico de personas sin que Marruecos lo sepa y lo consienta. En cuanto a las mafias, no serán las españolas quienes pueden actuar impunemente en territorio marroquí en tan lucrativo negocio. Obvio es decir que la reunión terminó allí. Conclusiones. Primera: la opinión pública española, desde hace 60 años, está acostumbrada a menospreciar a Marruecos, lo que es un tremendo error. Nunca actúan sin un plan y planifican muy bien. Baste recordar la Marcha Verde, que significó el fin de la presencia española en el Sahara. Eligieron el momento más delicado de la transición: Franco agonizaba, el rey fue proclamado y las cosas no estaban para aventuras exteriores: los marroquíes nos ganaron. Segunda: la invasión de emigrantes obedece a un plan premeditado por Marruecos, a fin de asfixiar Ceuta y Melilla como primer objetivo, siendo el segundo enviar fuertes contingentes migratorios a la península. Tercera: el gobierno socialista finge no darse cuenta: ¿qué le está pagando Zapatero a Mohamed VI con semejante dejadez?

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