EL RINCÓN
Historia de varias escaleras
LOS SUBSAHARIANOS están dispuestos a volar tan alto como haga falta para darle a la comida alcance. El Gobierno califica de «excelente» las relaciones con Marruecos, pero al mismo tiempo acelera las obras para elevar la altura de la verja de Melilla en seis metros. La Olimpiada del Hambre seguirá produciendo plusmarquistas dispuestos a batir todos los records. De momento, el Centro de Estancia Temporal, previsto para alojar a esos huéspedes indocumentados y sin cámaras fotográficas, construido para 480 inmigrantes, acoge ya a 1.150. Un éxito turístico. ¿Qué será mejor, instalar sensores de presencia, reforzar la vigilancia o echarle unos cuantos pisos a la valla? Los que quieren pasar al lado donde les han dicho que las digestiones son habituales, ya han tomado sus medidas: fabricar escaleras más altas. Se dice que las relaciones entre Madrid y Rabat atraviesan «un momento dulce». Habría que preguntárselo a los que se ahogaron en la mar salada, viniendo en las pateras. Miles de seres humanos aguardan el instante propicio para llegar a Europa por vía española. Como en la copla andaluza, cada uno lleva mucho tiempo «sentaíto en la escalera, esperando el porvenir, pero el porvenir no llega». Por eso están fabricándolas con más escaños: para que les llegue el porvenir. El 80 por ciento de los que lograron saltar la valla se quedará con nosotros, porque somos un país muy hospitalario. Según Luis María Anson no es ese el problema más grande que tienen Ceuta y Melilla, sino que dentro de sólo diez años los moros serán mayoría en las dos ciudades españolas. En un artículo oportuno y valiente, Anson delata la compra de propiedades y la progresiva introducción de población musulmana. A España le están estallando las costuras. Por un lado está la inquuietante sombra de Tarik, por otro el bigote de Carod-Rovira y, por otro, la sonrisa de José Luis Rodríguez Zapatero.