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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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HAY DÍAS que sale una del trabajo con la cabeza como un bombo, donde resuena lo que ocurre y lo que se intuye, lo que se dice y lo que se calla, lo que se vende y lo que se oculta. Camino a casa te enfrentas, según la hora, bien a las tertulias políticas nocturnas, bien a los programas deportivos. Más condimentos para el chup chup permanente de la azotea. Pero qué distintas conclusiones al girar la llave en la cochera y dar por finalizada la jornada y la tertulia. Antes de apagar el contacto giran en la actualidad los dramas inexplicables de las muertes que no debieron ser, los accidentes, los asesinatos, las violencias de género y las de número. Giran los conflictos interminables, que suben y bajan de intensidad en la montaña rusa de los picos de las crisis. Minería en desmantelamiento, Antibióticos en desmantelamiento, llamadas a la solidaridad ciudadana para defender un latido económico que se apaga (otros pugnan por nacer, mientras tanto). La cuestión de fondo es la lucha entre lo insostenible y lo políticamente sostenible, la de forma un sálvese quien pueda en el que cualquier método de presión es bueno. Incluido el que se practica bajo la fórmula llévese lo que pueda, mientras pueda. Si en la radio toca política, el estatut salta a velocidad vertiginosa las vallas que separan la desesperación de la esperanza. Si toca fútbol (qué si no), la preocupación universal toda es si es bueno para el equipo que los brasileños celebren el gol haciendo el mono o el gilipollas. Bla, bla, bla. Giras la llave y se hace el silencio. Y el pensamiento. ¿Pero, de qué estamos hablando?

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