Diario de León

OPINIÓN

El debate de la energía

León

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EL PROBLEMA de la sequía no sólo tiene efectos sobre el consumo y los regadíos, sino también sobre la energía que se produce y cuya demanda crece imparablemente, señal de que nuestra economía funciona. El problema energético en España es de primera magnitud y, también por eso, las decisiones que se tomen en torno a Endesa son muy importantes porque van a influir sobre el modelo, sobre la competencia y sobre la liberalización. Los hechos son como son: el precio del petróleo se ha multiplicado y va a tener una incidencia clara en la economía, por más que, ahora, tratemos de mirar hacia otro lado. La perspectiva no es de ir a mejor, sino, en el supuesto más optimista, de quedarnos como estamos. Al agua y al petróleo hay que añadirle el debate sobre el futuro de la energía nuclear, que el PSOE quiere reducir cerrando centrales, como figura en su programa, y el futuro de la minería del carbón, otro problema espinoso en las manos del presidente Rodríguez Zapatero. Hablamos mucho de estatutos, naciones y autodeterminación, pero en muchas regiones españolas lo que les preocupa es sobrevivir. Habrá que buscar alternativas. Las energías renovables son, por ahora, una apuesta voluntariosa, pero no parece que vayan a solucionar el problema en un plazo de veinte o treinta años. Es bueno apoyarlas y crecer, pero no son la panacea. La dependencia del gas natural es, geoestratégicamente, arriesgada. En cuanto al carbón, hay nubes en el horizonte y anuncio de problemas. Al poco de acceder al poder, el presidente Zapatero prometió «un buen plan» para el sector. En León dijo que espera poder ofrecer «un plan razonable». «Estad tranquilos», dijo entonces. «Estad tranquilos» ha vuelto a repetir ahora. Pero los proyectos hablan de cerrar once minas, reducir la producción de 12,1 millones de toneladas a 8,4, recortar las ayudas al sector en un 35,6 por ciento y mandar a casa -jubilaciones anticipadas- a cerca de 2.000 trabajadores. No es de extrañar que los mineros anuncien guerra. Seguramente la Unión Europea no deja otra salida, pero las promesas deben cumplirse, contra la opinión de Tierno Galván. Y no sería bueno que esas decisiones fueran sólo del Gobierno. Por eso, el debate sobre el futuro de las centrales nucleares que quiere abrir el ministro Montilla debe ser muy frío y muy objetivo y, posiblemente, debería ser fruto de otro debate más importante: qué necesidades energéticas habrá que atender dentro de 20, 30 o 50 años y cómo vamos a garantizar un elemento imprescindible para nuestro desarrollo. Decir que no vamos a poder prescindir de la energía nuclear, al menos en ese plazo, sería un primer paso para afrontar con inteligencia un debate mu cho más de fondo.

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