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CUESTA creer que con lo apretadas que suelen ser las fratrías de partido, algún prior socialista se haya puesto en contacto con otro popular. Se sale de la costumbre. Lo normal es que cada orden defienda lo suyo, abomine de la contraria y rumie sus pesares de puertas adentro del convento. Por eso choca lo dicho por Mariano Rajoy sobre supuestos contactos con gentes del PSOE preocupadas por la deriva que impulsa el presidente Rodríguez Zapatero a propósito del nuevo Estatuto de Cataluña. Ya digo que no encaja. Entre otras razones porque a nadie se le escapa que el período «aznarí» rompió todos los puentes entre el PP y el Partido Socialista. En ese referente cobran sentido las duras palabras de Alfonso Perales. Cosa diferente es que se sepa que hay dirigentes socialistas a quienes no gusta el proyecto de nuevo Estatuto. Se sabe de Bono, de Rodríguez Ibarra y así lo ha dicho incluso el presidente andaluz Manuel Chaves, que lo es también del PSOE. Se sabe que tampoco Paco Vázquez, alcalde La Coruña está feliz y es conocida la actitud refractaria que mantiene Alfonso Guerra desde la atalaya de la Comisión Constitucional del Congreso. Pero que haya dirigentes socialistas que por no ser nacionalistas ni «modernos», adviertan sobre la deriva que supone el nuevo estatuto no equivale a que uno solo de ellos haya dado el paso que les atribuye Rajoy. Probablemente sería lo último que se les ocurriría porque tienen muy arraigado el sentido de pertenencia a su tribu. Por eso suena a insidia lo dicho por el presidente del PP. En fin, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio.

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