EL RINCÓN
Árbitros
A QUIENES arbitran nuestra convivencia, que son duramente criticados, sobre todo últimamente, han venido a echarles una mano los que arbitran nuestros partidos de fútbol, a los que se critica con mayor dureza. Las dos palabras que están sonando más en los últimos días son «estatut» y penalti. Por desgracia, ni a los políticos ni a los árbitros les podemos sacar tarjeta roja, aunque unos estén desquiciando la nación y otros estén desquiciando la Liga. Según Ramón Tamames, el economista, el proyecto de demolición que está en curso significaría el entierro de España y según Rafa Guerrero, el famoso juez de línea, están vilipendiando el arbitraje. ¿Quiénes lo están haciendo peor esta temporada? La ineptitud de los políticos está mejor recompensada que la ineptitud de los árbitros, aunque éstos también cobran lo suyo. Los que aplican la legalidad no se sabe nunca lo que ganan, pero los que aplican el Reglamento sobre el césped vienen a salir por unos ochenta mil euros cada año, sin contar viajes y dietas. Son, sin duda, dos clases privilegiadas, pero debemos reconocer que las misiones que se les encomiendan no son nada fáciles. Sólo me apetece defender a los árbitros, entre otras cosas porque los políticos se defienden solos, a base de atacarnos. Además, lo que hace más emocionante el fútbol son precisamente los errores arbitrales. Cada vez que un árbitro se equivoca deja contentos a la mitad de los espectadores. El divertimiento futbolístico se ha ido transformando a través del tiempo en una especie de juego bursátil donde se barajan muchos millones de euros y todo indica que sigue plenamente vigente lo de aquel entrenador inglés que decía que el fútbol no es una cuestión de vida o muerte, sino algo mucho más importante. De todos modos equivocarse en un fuera de juego es más perdonable que jugar a dejarnos fuera de la Constitución.