Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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TIENEN RAZÓN los ministros de Asuntos Exteriores de España y Marruecos, reunidos ayer en Rabat: la presión migratoria hacia Europa no es un problema estrictamente marroquí, ni estrictamente español, pero las dos ciudades españolas en el Norte de África han sido los focos de atracción de miles de subsaharianos, y el drama humano recrecido en las vallas de Ceuta y Melilla se desarrolla en territorio de Marruecos. El país norteafricano y España son el escenario de un fenómeno para el que la Historia no ofrece soluciones. Dialogaron ayer el ministro español Moratinos y su homólogo marroquí Benaissa sobre el problema que afecta, y ahora muy crudamente, a los dos países. El comunicado Moratinos-Benaissa considera necesaria la celebración de una conferencia ministerial euroafricana que analice las causas de la inmigración clandestina. Habrían de participar los países de origen, de transición y de destino, es decir, africanos, magrebíes y europeos. También va a crearse una comisión interministerial para resolver, desde una perspectiva bilateral, momentos de crisis como los de los últimos días. Pero esos momentos no han terminado, y por mucha paz que se respire al otro lado de las vallas ceutíes y melillenses, unos treinta autobuses marroquíes alejan hacia el desierto del Sáhara a esos centenares de subsaharianos totalmente desprotegidos y a los que una cinturón militar mantiene alejados de las oenegés que intentan seguirlos y atenderlos. El desierto absoluto no es necesariamente letal para quien lo conoce, pero en su sequedad sólo sobreviven horas o muy pocos días quienes, sin agua y alimentos, son abandonados en ella. El saharaui, pueblo nómada y habituado a transitar por el Sáhara como un europeo por su calle, acierta a ver en la hora límite, cuando la muerte por sed está cercana, un verdor casi imperceptible en una talha (pronúnciese talja, planta común del desierto), y ese verdor que un ojo occidental no advertiría es el signo de que escarbando la arena con los dedos aparecerá enseguida entre unas raíces escuálidas el agua suficiente para seguir viviendo. Médicos sin Fronteras lamentaba ayer que la caravana de los treinta vehículos se hubiera divido, por lo que sólo controlaba, y a la distancia que forzaba el ejército, unos seis autobuses. Pero esa ONG carece de medios para cubrir todo el desierto y hasta para procurar con la urgencia necesaria la atención que requieren esos seres humanos sin derechos. La Humanidad, tan desigual como globalizada, puede contemplar ya casi en directo sus propias desventuras: Pakistán, Guatemala o las arenas del Sáhara a la espera de unos subsaharianos que estorban a Marruecos y a Europa.

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