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FERNANDO ONEGA
León

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VIVIMOS DÍAS muy complejos. Después del trance de elaborar la Constitución, en pocas ocasiones se requirió tanto temple de los dirigentes de un país y, en concreto, de un presidente del Gobierno. El Estatuto de Cataluña, del que tenemos y tendremos que seguir hablando, se está convirtiendo en un arma arrojadiza que lo amenaza todo: la convivencia entre comunidades, el equilibrio político y la propia estabilidad del gobierno. Todo eso, sin llegar a los ámbitos donde lo quiere situar el Partido Popular: en la ruptura del marco constitucional y del consenso que lo hizo posible. Esto último, el consenso, lo podemos dar por perdido. José Blanco lo dio por fenecido cuando anunció que el trámite seguirá adelante, aunque sea sin la colaboración -no digamos ya el apoyo-del Partido Popular. En las dos últimas jornadas, el debate público sobre esta norma conoció un nuevo ingrediente: la crítica económica. Tomemos nota del detalle, porque aquí ya no se discute si el Estatuto es constitucional. También está desbordado el escenario ideológico, que Francisco Vázquez, alcalde de A Coruña, dejó situado en la urticaria, con gran aplauso y contento de todo el españolismo conservador. Lo que dicen los sindicatos y el gobernador del Banco de España es que se pone en peligro la unidad de mercado y se puede dañar a la economía española. Esto define la encrucijada en que se encuentra José Luis Rodríguez Zapatero. Por una parte, tiene la convicción moral de que el Estatuto, debidamente corregido, es una oportunidad para encauzar el problema territorial. Por otra, tiene que sentirse aprisionado por opiniones de alta calidad que reflejan miedo, extienden la idea de rechazo, radicalizan el debate con palabras demoledoras, y algo más delicado: surge un clima de confrontación que hace que Cataluña se sienta agraviada, resurja el viejo anticatalanismo, y es de temer que en la sociedad catalana esté prendiendo el peligroso fuego del victimismo y el manoseado «no nos quieren en Madrid». Esos son los mimbres. Como habrá muchas oportunidades de seguir hablando del tema, no quiero ni debo agotar los argumentos. Sólo aporto una reflexión: en el punto en que estamos, es muy difícil dar marcha atrás. Zapatero no puede presentarse ante el país con un testimonio de arrepentimiento, decir que se ha equivocado y a otra cosa, mariposa. No. Gobernar es algo mucho más serio. Lo que tiene que hacer es meterse de lleno en la negociación y buscar las correcciones que la sociedad y Cataluña puedan aceptar. Y tranquilizar. La tarea más urgente es tranquilizar al país. Porque oir a la autoridad del Banco de España decir que está en riesgo la unidad de mercado es una bomba. Eso sí que crea inseguridad. Eso sí que espanta al inversor.

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