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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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LA RELACIÓN del proyecto de Estatuto de Cataluña y la Constitución Española es la del picadillo y la tripa del cerdo, dicho sea con perdón. Quiero decir que su camino hacia el BOE se asemeja al proceso de fabricación casera de los chorizos, aunque, hablando de Cataluña, tendríamos que decir la butifarra. Los catalanes han puesto la carne, y ahora Zapatero trata de embutirla en la tripa constitucional. Como saben nuestras gentes del campo, es un trabajo muy delicado: la tripa se puede romper si se aprieta demasiado o si se escapa algún huesecillo. El proyecto de Estatuto está lleno de tantos huesos, que la rotura parece inevitable. Y, además, según se dice en la consulta del doctor Paco Vázquez, contiene productos tan nocivos para la salud, que producen urticaria. Y así, el presidente consume gran parte de su tiempo en derrochar ingenio para que la butifarra salga entera, comestible por los catalanes, digerible por el resto de los españoles y con certificado de garantía sanitario-constitucional. La gran noticia política de las últimas 48 horas es la publicada ayer: que Zapatero ya tiene ocho fórmulas distintas para hablar de nación, pero sin citar la nación. ¡Qué exhuberancia! ¡Qué capacidad creativa! El mérito añadido es inmenso: se ha llegado a esa gran cosecha sin convocar un concurso público de ideas, sin poner a pensar a los dos millones de funcionarios, sin aceptar ninguna iniciativa de la oposición y bajo el ojo vigilante de Carod. Las redacciones y las páginas de internet parecían ayer una ventanilla de casa de apuestas para ver quién acierta con la terminología que algún día revelará el señor Presidente. Se habla de «comunidad nacional» y otros eufemismos. Todo parece un «a ver si cuela», a ver si no se rompe la tripa del embutido, y a ver si los magistrados del Tribunal Constitucional se dejan meter ese gol. Por lo que intuimos, el problema de la unidad nacional no es un problema de pueblos que hacen juntos un camino y aceptan el mismo destino, sino una cuestión que debe resolver el diccionario de sinónimos. Deberían convocar a la Real Academia de la Lengua, en vez de la Comisión Constitucional del Congreso. El presidente Rodríguez Zapatero había dejado el asunto en unos términos razonables de duda cuando anunció lo que aquí ya hemos comentado: que se cambiará el artículo 1 con «una fórmula transaccional». Ahora, con tantas fórmulas acumuladas pero no reveladas, se ha ganado la respuesta de Rajoy: «la palabra ya está en la Constitución». Se ha ganado el regodeo de parte de la opinión publicada. Y acaba de demostrar cómo se repite la historia: está haciendo lo mismo, exactamente lo mismo, que cuando otros inventaron la palabra «nacionalidad».

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