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DESDE LA CORTE

Noroeste: la ley del silencio

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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COMO indica el título de esta sección («Desde la Corte»), el cronista vive en Madrid y escribe desde Madrid. Pues bien: si el cronista no estuviera suscrito a La Voz de Galicia, no sabría lo que ocurre en su tierra. Mientras este diario tiene que contar una situación casi dramática provocada por la huelga de cargadores y transportistas, en la capital de España no se publica una línea. Hay desabastecimiento de alimentos e incluso de medicinas. Las lonjas están casi paralizadas. Se producen incidentes que afectan a la seguridad de bienes y personas, con tintes de huelga salvaje. Las fuerzas del orden tienen que escoltar camiones por las carreteras. ¿Qué tiene que ocurrir para que esos sucesos interesen en la capital del Estado? Francamente, no lo sé. La única sensación que tengo es que Galicia no es una comunidad española. Es el extranjero. Lo estoy diciendo en la radio y lo repito aquí. ¿Se imaginan que algo así hubiera ocurrido en el propio Madrid? Los telediarios nos estarían inundando con imágenes y testimonios. Los periódicos publicarían editoriales. Las tertulias harían apasionados debates sobre los derechos de los ciudadanos, los perjuicios a la economía y la actuación del gobierno. Me temo que la misma protesta, efectuada en Francia, tendría una repercusión mayor. Pero la huelga del norte es un asunto menor y distante. No está en las preocupaciones nacionales. ¿A quién le puede interesar lo que ocurra en el lejano Noroeste? Los líderes políticos y de opinión se habrán enterado del conflicto en su restaurante preferido: cuando les digan que no han podido llegar los percebes. No es ninguna anécdota. Ni mucho menos. Es un reflejo de cómo está el país: secuestrado por el debate político del Estatut; haciendo peregrinaciones a Ceuta y Melilla; mirando si hay un acento a favor del régimen de Fidel Castro en el documento que va a aprobar la Cumbre Iberoamericana; buscando una nota para estrechar el cerco político a Rodríguez Zapatero; es decir, haciendo teología. Los aspectos que afectan al ciudadano, sobre todo si el ciudadano está lejos, se pierden en la hojarasca de la palabrería. En este tiempo, la España real se diluye. Cualquier declaración de político de tercera vale más que un enfermo de Lugo que se ha quedado sin su medicamento. Con lo cual, lo siento por los intereses de los huelguistas: dudo que el gobierno se entere de las razones de su protesta. Lo siento por las decenas de miles de perjudicados: el Estado hará muy poco por socorrerles. Lo siento por la economía regional: sus quebrantos sólo serán conocidos en los ministerios a través de algún informe oficial de la Delegación del Gobierno. Somos el extranjero, vecinos. El lejano Noroeste.

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