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Publicado por
CÉSAR ALONSO DE LOS RÍOS
León

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ES EVIDENTE que el proceso de nuevos estatutos que ha abierto Zapatero es un proyecto en toda regla aun cuando se trate de un inmenso disparate y de que pueda poner en peligro la funcionalidad institucional y la convivencia en términos hoy imprevisibles ya que supone un cambio de modelo de Estado. La idea de Zapatero es devolver España a una situación prenacional, a un nuevo tipo de concierto de las actuales comunidades ya que algunas de ellas habrán sido convertidas en naciones en función de unas realidades históricas que hunden sus raíces en la idea de una república confederal, en las intentonas federalizantes del XIX y, por tanto, en la reivindicación de las situaciones «históricas» que tuvieron los viejos reinos ibéricos... El proyecto de Zapatero es una corrección preconstitucional en la medida que se permite que cada una de las comunidades se dote de un nuevo estatuto limitándose el Parlamento y el Senado a actuar de aduanas en relación con él. Todo este plan supone no sólo que la sociedad española se desdiga de lo que se ha venido construyendo no sólo en estas tres décadas de democracia sino de la consolidación del Estado a lo largo de las diferentes y a veces dolorosas experiencias en los últimos siglos. Por aquí van las pretensiones de Zapatero y este proceso -en cascada- de los nuevos estatutos que ha comenzado con el de la Comunidad Valenciana y con el catalán. Es, por tanto, un proyecto ya en marcha aunque absolutamente impredecible, no reglado, basado en la competitividad de las instituciones regionales y dependiente en la práctica de las voluntades colectivas que representa cada parlamento regional. Una de las críticas que se están haciendo al estatuto catalán apunta a la peor de las consecuencias del proceso. Se dice -y con razón- que el texto de aquel es más bien el propio de una Constitución e incluso de una Constitución que rebasa el espacio catalán para servir de canon a los otros estatutos en la medida que define conceptos e instituciones comunes. Así pues, se está poniendo el huevo no ya de una nación de naciones (que no sería nada) sino de un Estado confederal, es decir, de un Estado de Estados. Con el agravante que su formación no es la normal de los que deciden agruparse sino la absolutamente irregular de los que preparan una solución abierta a la separación definitiva si eso es lo que conviene. Hemos entrado en la inseguridad o, mejor, el Gobierno ha asumido la inseguridad casi metódica ya que va desde la indefinición del proceso hacia un nuevo Estado a la imprevisibilidad de los resultados. No sabemos cómo vamos y aún menos adónde vamos. Sabemos que «esto» de ahora se llama España, pero no cómo se llamará lo que salga.

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