EL PAISANAJE
Azucarera cañí
EL CRUCERO es uno de los barrios más pobrines de León, habitado mayoritariamente por jubilados, honrados gitanos de mercadillo, inmigrantes en tecnicolor y trabajadores autóctonos de alpargata, estos últimos a la espera de que se les levanten las barreras del paso a nivel del tren y de la vida para mudarse al otro lado del Bernesga, que es la orilla rica. Están también las ruinas de la azucarera Santa Elvira, que quebró hace década y media dejando en la zona el agriculce regusto de las prejubilaciones, pan para ayer y hambre para hoy. Y justo allí el Gobierno, la Junta y el Ayuntamiento van a construir un palacio de exposiciones y congresos que costará 60 millones de euros (10.000 millones de las viejas pesetas) para que sirva como «motor de desarrollo de la zona». El proyecto ha sido adjudicado a un tal Dominique Perrault, que en Francia será la leche pero por el barrio no lo conoce ni el tío Caquichu. He aquí una chorrada ridícula con cuyo presupuesto se podrían hacer virguerías para relanzar el barrio en serio. Cualquier cosa menos tirar la pasta gansa delante de quienes ni la huelen. Esta opinión, que compartimos, por lo menos tres -Anexio, el cura de La Vega, el peluquero Jose, que atiende en lo suyo a la feligresía justo enfrente, y un servidor- no cuadra con la de las autoridades ni la de los intelectuales finos, como el franchute Perrault. Pero sí con el entorno. Como decía don Pío Baroja de los pseudolistos que en su época presumían de saber francés, aquí tenemos ya también tontos en dos idiomas. Y en tres presupuestos con dinero público.