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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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ACABA de conmemorarse, aunque no por todo lo alto, ya que no hay motivos de júbilo, el 60 aniversario de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Asistieron algunos jefes de Estado, como es natural, y el director general de la Agencia Alimentaria, Jacques Diof, al que de ninguna manera se le puede reprochar que esté gordo, volvió a decir que para luchar contra el hambre el primer obstáculo es la falta de voluntad política. «Hambre coral del hombre», que dijo el gran Pablo Neruda, que también estaba gordo. Soñó el poeta una panoplia de cucharas y un vapor oceánico de sopa. El senegalés Diof, que estudió en la universidad parisina de Sorbona, lleva quince años intentando que las digestiones se conviertan en procesos habituales para millones de personas. Su objetivo, para ir poco a poco, era reducir a la mitad el número de hambrientos en el planeta, que es de 800 millones. Es evidente que todavía no se ha podido alcanzar la meta. Al ritmo actual sólo se logrará en el año 2150. ¡Cuán largo se lo fían a los desnutridos! No está muy claro que les consuele saber que cuando lleven mucho tiempo siendo antepasados sus descendientes no sufrirán avitaminosis. La esperanza se deslíe con el tiempo. El padre Rubén la vio de color celeste, que dicen que no es un color, pero quienes las pasan negras no acaban de verla. Viene a ser como una adormidera y nos hace ver como posible todo lo que es deseable. También está considerada como una de las virtudes teologales, pero tiene muy arraigado el vicio de la mentira. Nuestra generación puede eliminar el hambre, pero ocurre que está en otras cosas y además no cree que es capaz. Querer nunca ha sido poder, pero si no se parte de ahí entonces sí que, efectivamente, nada hay que hacer. Únicamente celebrar reuniones anuales donde acudan los jefes de Estado de las naciones desarrolladas para hablar del hambre.

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