Estado de medioestar

LAS inauguraciones suelen cargarse de piedras y buenas palabras. Ayer no hubo primeras piedras, ni ladrillos. Se inauguraban unas jornadas sobre el trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad -cuesta decirlo y escribirlo, pero es necesaria la precisión- y las autoridades sanitarias, educativas y sociales acudieron raudas y veloces a primera hora. Regalaron con promesas los oídos de muchas familias preocupadas, impotentes, agitadas, pero, sobre todo, implicadas. Las autoridades llegaron a las jornadas sobre hiperactividad atrapadas por el tesón de las familias que desde hace tres años decidieron unirse para encarar un problema frente al que nadie les ofrecía solución. Han peregrinado de consulta en consulta en busca de un diagnóstico y son víctimas de una escuela que excluye, aparta y expulsa al alumnado con problemas. Ahora que se premia a empresarios que, como Santos Llamas, han apostado por dar un lustre social a su riqueza, es hora también de que se tenga en cuenta y escuche a las familias que invierten su vida, su tiempo y su dinero en un deber del Estado. Está de moda que los afectados autogestionen las repercusiones sociales que implican, y cada vez más, ciertas enfermedades como las asociadas al envejecimiento. Y no sólo eso, que se cuiden para mejor cuidar y que, además, sean eficaces en su trabajo, felices con su pareja y diligentes contribuyentes... Esto debe ser la transformación del estado del bienestar en el estado del medioestar .