Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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CONOCÍ a Santiago Carrillo en París, en el año 1974. Treinta y cinco años después, muchos de los que gozaban de los favores y de la impunidad del régimen franquista han tratado de crear un clima que hiciera imposible su nombramientocomo doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid. Esos corsarios de las ondas y del papel impreso son los autores intelectuales del bochornoso espectáculo que un grupo de ultraderechistas anticonstitucionales protagonizaron en el solemne acto de proclamación del doctor Carrillo. La equidistancia, tan denostada cuando se le adjudica a los nacionalistas vascos con respecto a ETA, ha sido la doctrina utilizada para la trama del boicot y para sostener las tesis de que no había que resucitar el fantasma de la Guerra Civil. La reconciliación se entiende, entonces, como el descanso eterno de Franco en el Valle de los Caídos, construido sobre la sangre de los republicanos que lo hicieron en trabajos forzados, y en la imposibilidad de reconocer que Carrillo es uno de los padres intelectuales de la Constitución y un artífice fundamental en la reconciliación de los españoles. La clave está en que ya no disponemos de la generación de políticos que tuvieron la grandeza de diseñar la transición. Ni Adolfo Suárez ni Fernando Abril Martorell ni Alfonso Guerra o Jordi Pujol empujan los destinos de España, que ahora está en otras manos y soporta las insidias de los tardofranquistas que jalean a los ultras que insultaron a Santiago Carrillo y a todos nosotros en la Universidad Autónoma de Madrid. Es un síntoma peligroso de los nuevos agitadores del odio del pasado.

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