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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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Y A TODA vela. Así van muchos adolescentes, si bien no todos. Parece que están cansados de la vida antes de empezar a vivir y tienen que soportar su peso sin necesidad de llevarlo aún sobre sus recientes espaldas. El Gobierno prepara un plan contra la distribución de drogas en las cercanías de los colegios, donde antes se decía que duraban poco los caramelos y ahora lo que duran menos son los estupefacientes. Quien dice porros, dice más cosas. Es sólo el principio, el examen de grado, el «preu», la reválida de otros tiempos, antes de acceder a otras sustancias más eficaces para lograr la autodestrucción. El ministro del Interior, José Antonio Alonso, que bastante trabajo tiene con el que le dan sus compañeros de Gabinete, ha anunciado que su departamento está diseñando un plan para combatir el narcotráfico y el pandillismo en colegios e institutos. Policías y guardias civiles, de esos a los que la virtud de la prudencia aconseja no penetrar en ciertas barriadas, vigilarán discretamente las inmediaciones de los centros educativos. Según las estadísticas, es progresivo el aumento del consumo de drogas ilegales -el alcohol no lo es y el tabaco según metro cuadrado- entre los bachilleres. A los escolares españoles les resulta muy fácil adquirir hachís o cocaína y se inician con 14 ó 15 años. Se las venden a precios muy moderados, ya que el objetivo es hacer clientes. Al parecer, son los grupos latinoamericanos los que están mejor organizados y por lo tanto les van mejor los negocios. La adolescencia no acostumbra a ser una edad feliz. ¿Por qué había de ser una excepción? Entre las personas lúcidas que me han favorecido con su amistad, sólo el poeta Vicente Aleixandre guardaba un buen recuerdo de ella. «Vinieras y te fueras dulcemente», escribió. Lo normal es que entre a destiempo y se vaya a regañadientes.

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