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Publicado por
ENRIQUE SOTO
León

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EL 13 DE MAYO de 1932 José Ortega y Gasset se refirió al catalanismo como «nacionalismo particularista» . Con ello describía ese catalanismo que aspira a situar a Cataluña aparte de los demás pueblos, especialmente al margen del resto de España. El insigne diputado intervenía en el debate sobre el Estatuto Catalán que finalmente quedó aprobado en el mes de septiembre de aquel año. Su discurso y el del presidente de la república, Manuel Azaña, acaban de ser publicados por la editorial Galaxia Gutenberg con el título: Dos visiones de España . Y es que 70 años después el debate sigue abierto prácticamente en los mismos términos. El catalanismo es un nacionalismo particularista en cuanto es incompatible con la integridad de España, en cuanto su objetivo es separar a Cataluña del resto de España, en cuanto quiere hacer su vida al margen de España, de la que es parte esencial. De la misma manera tendríamos que recordar a quienes suelen parapetarse tras ideas como la de que España es lo único importante, que eso también es nacionalismo particularista frente al europeísmo. Pensar en España sin tener presente al resto de Europa, siendo como es España una parte esencial de Europa es también nacionalismo particularista. Alguien podría concluir que, entonces, el europeísmo tampoco sería legítimo pues también tiene su componente particularista. Es cierto que lo tiene, pero sí que es legítimo; es tan legítimo como el catalanismo y como el españolismo. Es legítimo porque es legal y posible en nuestra cultura de la libertad y de la democracia; en nuestra cultura europea y occidental. El europeísmo es legítimo sobre todo porque es necesario mientras no se culmine la tarea colectiva e inacabada de construir la Unión Europea en todas sus dimensiones; política, institucional, económica, social, etcétera. Seguramente que el día en que las instituciones europeas sean una realidad plenamente asentada, consolidada y que garantice a todos los europeos los mismos derechos y el mismo nivel de vida, ya estaremos embarcados en una nueva y más ambiciosa tarea cual será la construcción del gobierno conjunto del bloque de los que compartimos la cultura de la libertad, cristiana u occidental. Sin duda, para entonces también estará más avanzada la construcción de otros bloques como el islámico, el asiático en torno a China como gran potencia, o el subsahariano. Un gran edificio se construye con pequeños ladrillos. Para contribuir eficazmente a la construcción de Europa es necesario un cierto grado de españolismo pues España es el ladrillo que los españoles aportamos y debemos esforzarnos en conseguir que nuestra aportación sea de calidad. Defender eficazmente a los españoles en el foro europeo no sólo es españolismo, también es europeísmo; es la manera de conseguir que los españoles alcancen en Europa el lugar que les corresponde, que no se queden atrás. El futuro de la Unión Europea depende de que se consiga su objetivo n.º 1 que, recordemos, es promover el desarrollo y el ajuste estructural de las regiones menos desarrolladas. Esto se deriva del artículo 158 del Tratado que impone reforzar la cohesión económica y social de la Comunidad reduciendo las diferencias entre los niveles de desarrollo de las diversas regiones y el retraso de las regiones o islas menos favorecidas, incluyendo las zonas rurales; la igualación de los niveles de vida de todos los europeos, dentro de unos márgenes razonables. Este verano un analista japonés nos daba a la Unión Europea una vida máxima de 50 años y hacía responsable de este fracaso a nuestra incapacidad, según él, de alcanzar el imprescindible objetivo n.º 1. Es necesario, pues, un grado de españolismo en nuestros representantes para construir Europa responsable y eficazmente, y es necesario también un grado de leonesismo, hoy ausente, en la construcción de España. En el edificio de España falta hoy un ladrillo esencial, el de León. En Europa se preguntan y nos preguntan: ¿qué habéis hecho en España que no aparece León? No solamente León está ausente del Comité Europeo de las Regiones, es que no tenemos nuestras propias instituciones autonómicas y ni aparecemos entre las NUTS2, entre las regiones estadísticas, a la hora de repartir los Fondos Estructurales del objetivo n.º 1. Aparece, sí, una entidad birregional de Castilla y León, la cual ha servido para gestionar subvenciones en virtud de las estadísticas leonesas. Con ellas se ha ayudado a que Castilla despegue y no se ha evitado que León se quede a la cola de España, donde nunca estuvo; pues antes de inventarse esta autonomía conjunta los leoneses estábamos en la zona media del ranking. El gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien a veces se presenta como leonés, podría, si quisiera, definir ante Europa a las provincias leonesas como NUTS2, por el bien de León, de España y de Europa. ¿Qué es más fácil, forzar la Constitución hasta que admita que Cataluña es nación o aplicar el Reglamento 1059/2003 del Parlamento Europeo y del Consejo y comunicar la decisión del gobierno de España de que las provincias leonesas de León, Zamora y Salamanca sean, a partir del 1 de enero, una Unidad Territorial Estadística de nivel 2, una NUTS2? Con lo primero se podría entreabrir la puerta a la segregación y a la división de España, con lo segundo se posibilita a León el acceso a las ayudas europeas en la medida de su necesidad real de ellas. No hay ningún Plan Oeste sin esta sencilla medida.

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