EL RINCÓN
Una copa de cava
LA PESADEZ del Estatuto catalán está haciendo más monótonas nuestras conversaciones. No es que no se hable de otra cosa: es que se habla demasiado de esa. El PSOE se da cuenta ahora que lo que aprobó en Cataluña, ¿qué digo aprobar?, le dio sobresaliente, es inconstitucional. Después de meter la pata ha metido el freno y lo ha hecho al mismo tiempo que la marcha atrás, por eso chirría toda la maquinaria. El hecho de que el presidente Zapatero diera luz verde a un proyecto que vulnera la Constitución demuestra lo que ya saben casi todos los españoles: que tiene muy pocas luces. Es ciertamente una persona agradable, pero para resolver un problema tiene previamente que crearlo. Se agradece hablar de otros asuntos, quizá más graves y por supuesto menos plúmbeos. Los pescadores relevan a los conductores de camiones en las protestas por la subida del precio del gasóleo. En cada puerto un bloqueo. La gente del mar está con la soga al cuello y han decidido mantener amarradas las flotas en Valencia, Cataluña, Murcia y Andalucía. El precio del combustible es un atentado contra la dieta mediterránea, tan beneficiosa para la salud. Para la salud de quienes comen productos del mar, no de quienes los capturan. No creo que el líder de Esquerra Republicana, Carod-Rovira sea el gafe decisivo. A mí me parece que es Maragall. Por desgracia no puedo preguntárselo ya a Jaime Campmany, que profundizó mucho y distinguía a los simples gafes, de los sotanoides y los manzanillos, que son categorías superiores. Alguno ha extendido su maleficio al cava y se teme un boicot, con la consiguiente caída de las ventas. Una tontería. El cava, lleno de muchachas rubias y alborotadas, es una de las muchas cosas que nos gustan de Cataluña. Yo, que soy muy ecléctico en materia etílica, me voy a tomar una copa de cava ahora mismo. Para brindar por España .