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León

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YA SÉ que el de ayer no fue un debate sobre el estado de la nación, pero lo parecía. Era como una reunión de médicos ante un caso difícil, controvertido, polémico, para ver si abrimos al enfermo, si le dejamos como está o si le hacemos un pequeño arreglo. Unos cirujanos son partidarios de operar simultáneamente cerebro, corazón y pulmón; otros, sólo apendicitis, y los últimos no quieren que el enfermo entre en el quirófano. Pero el color del enfermo pinta mal. Si abrimos, tendremos un grave problema que no se sabe cómo acabará. Si no hacemos nada, el paciente puede, además, demandar al jefe de los médicos porque éste ha prometido que le intervendrá y le curará siguiendo las indicaciones que le haga el propio paciente en la mesa de operaciones. Incluso ha prometido dejarle el bisturí. El debate sobre el Estatuto catalán es un puro disparate por sus consecuencias. Pase lo que pase, la brecha abierta en Cataluña será difícil de cerrar. Los compromisos de Rodríguez Zapatero y la línea seguida por Rajoy llevan a un enfrentamiento en cualquier materia que se trate, incluida la futura reforma constitucional. A Carod Rovira le importa un comino España y Artur Mas está encantado por recuperar la iniciativa perdida. El estatuto no es un punto de llegada sino de partida. Y, pase lo que pase, si no hay acuerdo entre los dos grandes partidos, unos y otros serán responsables de haber roto el consenso de la transición, el que hizo fuerte a una nación, la española, aceptando todas las demás realidades que conviven con ella. No puede haber, como quieren Mas y Carod, diálogo de igual a igual entre Cataluña y España, entre el País Vasco y España o entre Murcia y España porque son identidades, como dice el presidente, diferentes. Si fracasa el Estatuto, la decepción en la sociedad catalana, alimentada pasionalmente, será muy alta. Si triunfa, la sociedad catalana, sobre todo, y la española tendrán que hacer frente a una crisis de graves consecuencias. Por eso, si los dos grandes partidos no se sientan a hablar y buscan un acuerdo imprescindible -y en eso la responsabilidad de Zapatero es mayor por ser el presidente-. Si seguimos ganando tiempo sin saber para qué ni a dónde vamos, PSOE y PP serán responsables solidarios del daño causado. No se pueden azuzar sentimientos ni remover las vísceras de los ciudadanos sin pagar un precio muy alto. Esperemos que el Tribunal Constitucional ponga sentido común al sinsentido de los políticos o que los políticos sean capaces de encontrar un acuerdo.