Diario de León
León

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EL CARBÓN enciende una vez más las barricadas. Durante los últimos quince años el sector minero se ha desangrado día a día, cuenca a cuenca, mina a mina, trabajador a trabajador. Pero la sangre se cuajó en promesas de empresas fantasmas que vendrían a reindustrializar la provincia, polígonos industriales que crecieron como setas y siguen vacíos o casi y prejubilaciones de mineros que salen del mercado laboral con una paga asegurada hasta su jubilación. Gobiernos de distinto signo, socialistas y populares, perseguieron el mismo fin, con los mismos métodos, sin dudar en usarlo como botín electoral, como ayer Amilivia, alcalde de León: «No sobra ni una tonelada de carbón». La reconversión ha sido todo un éxito, si se tiene en cuenta que se redujo más producción de la prevista, de 18 a 12,3 millones de toneladas y las bajas laborales superaron en 6.284 trabajadores las previsiones; pero todo un fracaso, si se mira a las cuencas mineras: pueblos semivacíos, silenciosos, improductivos. Ni las migajas amasadas en los polígonos de Ponferrada, Bembibre, Camponaraya... equilibran la balanza de pérdidas. Mientras los municipios poco mineros y muy mineros se disputaban fondos y empresas, la sangría cuajó. Ahora vuelve a arder el carbón en las barricadas, pero algo hay que ya no prende igual en los leoneses. Las prejubilaciones masivas han hecho su efecto: adormecen plácidamente a sus beneficiarios y envilecen a la opinión pública que los mira con envidia. La luz se apagará sin llorar. Y la naturaleza, abierta en canal por cielos abiertos, será testigo.

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