Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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EL PRESIDENTE Rodríguez Zapatero quiere avanzar por «un trecho aún inexplorado» o, más exactamente, pretende adentrar al Estado de las autonomías por un terreno más bien desconocido, lo que si a los presidentes autonómicos de militancia socialista les llenaba ayer de satisfacción, al líder popular Rajoy le aumentaba su incertidumbre sobre el futuro de España. Tres asuntos están sobre la mesa o en la agenda del debate expuesta por el presidente en el Senado: el nuevo sistema de financiación, el aumento de competencias autonómicas y la reforma del Senado. Y en la hora que duró su discurso inicial, Zapatero fijó los límites que no debería traspasar el sistema de financiación que empiece a negociarse en enero, cuando ya el Consejo de Estado haya emitido su dictamen. Es necesario, dijo el presidente, que las comunidades aumenten sus facultades normativas y de gestión sobre los impuestos pagados por sus ciudadanos, pero «también consideramos irrenunciable que el Estado mantenga como propios aquellos impuestos que constituyen el tronco común de nuestro sistema fiscal». Y de manera singular, los impuestos que garantizan la unidad de nuestro mercado. Quedaba suficientemente clara la serie de renuncias a que deberán someterse los proponentes del nuevo 'estatut' de Cataluña, como la de recaudar todos los impuestos que se pagan en territorio catalán. Los límites fijados ayer por Zapatero son los que servirán a todas y cada de las comunidades autónomas para debatir, negociar y aprobar ese nuevo sistema de financiación al que el estatuto deberá acogerse, pero ello no va a desviar al PP de su triple obstinación estratégica: atacar la propuesta estatutaria del 'Parlament, responsabilizar de ella al presidente Zapatero y situar al país al borde del abismo. Las tres obstinaciones se encierran en una: la unidad de España, de la que el PP se siente único paladín. A Rajoy no le gustó obviamente el discurso matinal de Zapatero, entre otras razones porque «queremos saber la idea de España que tiene el presidente del Gobierno, si es que la tiene», y ZP no satisfizo al parecer esa curiosidad. Todo lo cual le daba a Rajoy la impresión de que «el presidente se ha convertido en un chollo para los nacionalismos radicales». Tal juicio de valor proferido por el líder popular marcaba la línea que iban a seguir los presidentes autonómicos de su partido, por lo que el debate senatorial sobre el estado de las autonomías empezaba siendo un nuevo episodio en las hostilidades que relacionan a la oposición y al Gobierno. Zapatero vislumbra un trecho político inexplorado, pero sólo los pesimistas antropológicos piensan que ese trecho nos lleva al abismo.

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