Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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QUÉ POCO DURA el estío en casa del pobre. Se dice que es «la estación de la dicha» y quienes han tenido la paciencia de contarlos aseguran que la tierra se viste de mil colores. No debiera acabarse nunca el verano en algunas regiones españolas, ya que cuando se va él viene el desempleo. El fantasma del paro, que ni siquiera va de blanco porque no tiene dinero para comprarse ropa, se aparece en octubre, cuando la temporada veraniega toca a su fin -es decir, cuando en las playas no queda ni un alma, ni siquiera en la barra del chiringuito más recóndito-, y aumenta considerablemente en noviembre. Ahora ya tenemos 39.575 parados más que cuando se alquilaban hamacas en la orilla del agua y la cerveza se hacía imprescindible. No quería Blas Infante que los andaluces fueran braceros, pero tampoco le hubiera gustado ahora que fueran todos camareros. Es un oficio tan digno como cualquier otro, por supuesto, pero depende más que ninguno de la cantidad de gente que esté dispuesta a divertirse de dos maneras clásicas: tomando el sol y tomando una copa. Ya han finalizado los contratos del verano y ahora hay muchas personas quietas. «Yo seré también de los quietos y ya no tendré difíciles los pensamientos», dijo Juan Ramón. Se refería, efectivamente, a la muerte, que nos llegará a todos tarde o temprano, no a esa muerte laboral que sólo alcanza a algunos. Año tras año. Se repite la historia en la misma medida que se repiten las promesas de empleo estable. El ministro de Trabajo, señor Caldera, sabe que en todas partes cuecen habas y le resta importancia a las cifras. También las cifras le dan muy poca importancia al señor Caldera. No puede sorprendernos que el ahorro de los hogares españoles se sitúe en el nivel más bajo de los últimos cuarenta años. Nadie puede guardar parte de lo que no tiene. No sólo hace falta fuerza de voluntad sino fuerza económica. Está estadísticamente comprobado que quienes padecen cíclicamente el desempleo no practican la virtud del ahorro. Por lo tanto no son culpables.

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