Lección para nacionalistas

HACE FRÍO en León. No es ninguna novedad por estas fechas. Muchas de sus cumbres ya se exhiben como postales blancas. Igual que las del Pirineo catalán. A nivel del mar Mediterráneo es otra historia: la temperatura climática es benigna y la social está al rojo vivo. Los trabajadores de la barcelonesa compañía Seat, filial del gigante alemánVolkswagen, están en huelga. Se instruye expediente para despedir a casi mil quinientos de los más de diez mil empleados de esta industria. Coincide esta crisis de la principal empresa de Barcelona con las polémicas territoriales, no saldadas en el debate de tres días sobre el Estado de las Autonomías en el Senado. Al hilo del debate y de la huelga, se me antoja una reflexión importante. Conviene recordar a los nacionalistas, entre los que incluyo al presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, y a los líderes de Convergencia i Unió, Artur Mas, o al indómito Carod Rovira, carátula de los republicanos catalanes, que Seat, principal empresa automovilística española, está ubicada en Barcelona y no precisamente por sorteo. Tampoco por la presión ejercida por ellos. Lo está en la Ciudad Condal y sus periferias por decisión adoptada en su día por el gobierno de la dictadura franquista, que invirtió en ella, a través del entonces Instituto Nacional de Industria (INI) plusvalías generadas por todos los españoles. La crisis de Seat es pues una cuestión importante y puede resultar simbólica para el conjunto de la industria automovilística española. No pocos leoneses consiguieron encontrar trabajo en sus factorías. Cuando regresaban de vacaciones mostraban con orgullo su condición de trabajadores de Seat y el carné de socios del Barça. He conocido a más de media docena en esas condiciones. Por ejemplo, a Nino Castro, un ribereño del Órbigo que disfrutaba apretando tuercas en Martorell y aplaudía con fervor los goles de Romario. Quizá los hijos de esos leoneses continúan en la actualidad formando parte de la plantilla de Seat. Por eso mismo, debe ser defendida con uñas y dientes. Y por eso mismo, también, debemos dejar en evidencia a los predicadores de catástrofes, tipo José María Aznar y sus corifeos, que no sólo las anuncian, sino que es palpable cómo las desean y las disfrutarían. Que yo sepa, de las crisis económicas, de las miserias y de las catástrofes, nadie sale ganando nada. Sólo los que las necesitan como único medio para volver al poder. Esa gente es muy peligrosa para el interés de los ciudadanos. Abordé ayer con Paco Rojo, un leonés de corta estatura pero de larga proyección humana y social, en una densa sobremesa, este tema. Y coincidimos: los ciudadanos lo que realmente necesitan son proyectos en común, ilusión y solidaridad. Con esos mimbres, seguro que la crisis por la que pasa Seat, que tiene en el mercado español la mayor garantía para no ser deslocalizada, se resolverá por necesidad de Cataluña y del conjunto de España. Esta lección debería ser asumida abiertamente por los nacionalistas.