BURRO AMENAZADO
Comilones fetichistas
COMER ya no es sinónimo de matar el hambre llenando la andorga. El mundo rico manifiesta su apetito con rasgos maníacos. ¿A qué familia fetichista pertenece usted? Bolsillo forrado y la pertenencia a la casta de nuevos ricos se alían con viandas exclusivas: fuagrás de oca de las Landas, jamón ibérico de cochino «andao» -el que corretea por la dehesa-, ostras de Arcade, caviar beluga del Caspio y Vega Sicilia como único caldo bebestible. De almorzar, sólo se acude al Bulli o Arzak. Su patrono es San Florentino, magnate que preside al Real Madrid. El club de temerosos de la contaminación, acojonados por las dioxinas del pollo y el efecto feminizante de los hormonados tomates de invernadero, compra en ultramarinos ecológicos. Arroz de Riet Vell, producido en el Delta del Ebro a favor de las aves, y verduras de granjas orgánicas, forman parte de menús vegetarianos con sobremesa de té de Sri Lanka y café de Kenia comprados en tiendas de comercio justo. Estos flacos ecologistas veneran a Gandhi y a José Bové, adalid del queso aldeano. La hirsuta tribu hispana apuesta por la España unida y la cocina de siempre, de puchero abundante y cantidad de pan para mojar. Enemiga de mariconadas de nouvelle cuisine, se empapuza de fabes con chorizo, callos a la madrileña, cocido maragato, morteruelo, botillo del Bierzo, morcilla de Burgos, chuletón de Ávila, cochinillo y cordero en chilindrón, empujados gaznate abajo gracias a vinos recios de Cariñena, Toro y Valdepeñas. En sueños glotones, unen San Martín y el cerdo. La juventud de gorra de beisbol, pantalones «cagaos», tops, zapatillonas y pulgar machacamóvil comisquea pizzas, hamburguesas, patatas fritas y ketchup por antros de plástico (Mac Donald, Pizza Hut, Burger King, Kebab House y chigres de comida basura). Hordas guerreras que practican esta moda culinaria queman coches, escuelas y guarderías en la rap-ública de exFrancia, ya apodada Islamogaliabarbaria. Santifican a Eminem y Atila.