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León

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SIN CAER en alarmismos, lo que está sucediendo en Francia es un aviso a navegantes. No hay una única lectura de la carta de navegación, sino múltiples. Tan malo es culpar arbitrariamente a la sociedad de todos los males como caer en posicionamientos racistas y xenófobos. Ubicarse en un punto intermedio nos aproxima a la mejor comprensión del caso. Un Estado debe ser fuerte, pero también justo y generoso. Y la convivencia es una carretera de dos direcciones, con normas pactadas de conducción. La democracia tiene sus cauces para resolver sus conflictos, sin recurrir a la destrucción de bienes públicos y privados (aquí en España hemos ya casi aceptado como inevitable que en el País Vasco se puedan destruir autobuses y sucursales bancarias como parte de la diversión nocturna de los fanáticos). Ojalá no estemos asistiendo a una experimento con nuevas fórmulas de terrorismo, es decir, a estrategias planificadas. Ante la dimensión que ya ha tomado este problema en Francia, con toque de queda en algunas ciudades, no debemos hacer demagogia ingenuista., pues ya sea por efecto mimético o porque hay detrás una estrategia calculada, podemos ser los próximos en sufrir algo similar. Y de ser así, entre las posibles nefastas consecuencias estaría la aparición de un nuevo partido, de corte racista y xenófobo, que fuese llave de gobernabilidades. Lo dicho no es política ficción, es más que posible tal como está estructurado nuestro sistema electoral. Su líder aún no ejerce, pero ya ha nacido y ahora descarga adrenalina a través de su playstation.