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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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SON LA MITAD de los emprendedores, esa forma de llamar a los empresarios con la que se pretende dar ánimo a un colectivo que se considera mal valorado en la sociedad, pero cuyo espíritu se invoca permanentemente en nombre del desarrollo. El empresario, siempre relacionado con el fenómeno de amasar dinero y pocas veces con el de los mil gastos que restar a la engañosa facturación. El autónomo, identificado con ese luchador pequeñín que nada contra corriente intentando hacerse un hueco, si no en la prosperidad, sí al menos en un digno autoempleo. Emprendedoras, autónomas y empresarias, las mujeres crean ya la mitad de las empresas la comunidad. Y lo hacen cargando a sus espaldas hijos y hogares, responsabilidades personales y profesionales, luchando contra lo que incluso desde las administraciones públicas (esas que garantizan las igualdades) se califica como una doble discriminación: la que sufre quien se lanza al mercado con el único respaldo de sus fuerzas y la de quienes arrastran la pesada carga de las responsabilidades familiares. Una mano en el ordenador, otra en el negocio, un pie en la cocina y otro en la cuna. Un difícil equilibrio que, visto lo visto, no hace caer sus ánimos. Este fin de semana una nueva organización de autónomas se consolidó en León. Pocos días después, un informe estadístico reflejaba que las mujeres acceden al empresariado diez años después que los hombres, una vez han sacado adelante a sus hijos, pero lo hacen con igual empeño. Hembras inquebrantables en el doble mérito de emprender sin desatender.

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