Bestiario personal

UN SEVILLANO, Francisco Gil, ha osado clasificar a los intocables profesores de la universidad, originando gran cachondeo en el sector. Inicia la clasificación con el Sabio Oficial, ejemplar dotado de cuerpo prematuramente envejecido y canoso, mente divagante por espacios inaccesibles al común de los mortales y carácter altivo, fruto de su divismo. Se reconoce con facilidad por el resplandeciente halo que desprende toda su superficie y la corte de pelotilleros y trepas. Otra especie es el Profesor Mogollón, de morfología variable, oscilante entre la obesidad hilarante y la escualidez más extrema. Manifiesta tranquilidad pasmosa, inalterable inmersión en la placidez de la rutina diaria y actitud de alejamiento ante cualquier problema. Se dedica a la lección magistral, que imparte sin ningún tipo de apoyo, tal como obraban los docentes de la Edad Media. El Profesor Pichabrava, Casanova de guardarropía, nada tiene de destacable físico, salvo su afán de permanecer eternamente joven, a base de tintes, aceites, rigurosos ejercicios gimnásticos, dieta severa y comportamiento afectado, que resultan inútiles para disimular su aspecto repulsivo y carencia de ligues. La Profesora Cachonda se caracteriza, en fin, por aspecto realmente vistoso, desafiante busto generoso, cintura cimbreante y glúteos respingones. Similar en apariencia a las vírgenes vestales, solamente un anatomista puede evidenciar las imperceptibles estrías que delatan un par de gestaciones en su vientre firme. Viste de forma diferente cada día, sin repetir ninguna pieza a lo largo del mes. El Emérito Desengañado posee en la zona inguinal dos voluminosas pelotas, elementos de defensa viril frente a las agresiones de compañeros, generalmente discípulos suyos. Muestra cara impasible, gesto adusto y sonrisa irónica del superviviente en mil combates contra la burocracia. El Decano Espúreo, pelele calzonazos, no tiene más política que seguir a rajatabla las directrices de la Junta de Facultad.