El boicot

QUE NO cuenten conmigo para no comprar productos catalanes. En primer lugar porque me gusta mucho comprar, como a todos los pobres, y en segundo lugar porque me gustan mucho los productos catalanes, desde el robellón al cava, pasando por el salchichón, sobre todo el Sendra, que distribuye armoniosamente la pimienta. ¡Qué tendrá que ver el Estatut, que es intragable, con la butifarra, que está buenísima! El Estatut, que debemos llamar Estatuto, ya que puestos a comer debemos renunciar a comernos la o final, ha levantado una campaña que está afectando seriamente a algunos negocios. La pequeña y mediana empresa catalana se ha sumado a las quejas que han exteriorizado los agentes comerciales por el boicot. Se sabe que, entre otras sensibilidades, los pobladores de esa hermosa región, tienen muy desarrollada la sensibilidad económica, hasta el punto de considerar al bolsillo una zona erógena. La pela es la pela. Parece que existen dificultades para cerrar contratos en otras comunidades autónomas. Las agrias polémicas han enrarecido el ambiente, que ya era bastante raro. El señor Zapatero, como su nombre indica, quiere echarle tacones y medias suelas a la reciente historia de España, en vez de dejarla cicatrizar. Su rival político, el señor Mariano Rajoy, el líder del Partido Popular, crispa diariamente más la situación y afirma que «una tropa de indocumentados» gobierna nuestro país. No hay que decir esas cosas. Ocurre como cuando le decimos a una mujer que no somos dignos de su amor: es preferible que ella por sí sola se vaya dando cuenta. Lo dicho un poco más arriba: hay que seguir consumiendo productos catalanes y aplaudir a Ronaldinho y a Eto'o, como se hizo ejemplar y caballerosamente en el estadio Santiago Bernabéu el pasado sábado. El fútbol no es más que un juego y el Barça no es más que un club, pero con las cosas de comer no se juega. Y con las de beber menos.