Diario de León

LA VELETA

Un poquito de por favor

León

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TREINTA años después de que una generación de españoles hiciera el tránsito a la democracia con tanto éxito, ¿tan difícil es ejercer la política desde la serenidad? Ahora que disfrutamos de libertad, que se ha multiplicado el acceso de los ciudadanos a la educación, que ha crecido tanto nuestro nivel de vida, que hay más y mejores medios de comunicación, ¿no es posible hablar sin insultar, dialogar para llegar a acuerdos, negociar para encontrar puntos de convergencia? Cada vez que uno ve a un político en un telediario, o les escucha en un programa o en un informativo de radio, dan ganas de salir corriendo. ¡Paren el tren que yo me bajo! Esa crispación que transmiten no está, todavía, en la calle, por más que algunos se empeñen. Pero no cabe duda de que acabará llegando a la calle si los políticos no se esfuerzan de verdad en cambiar de actitud. Los políticos, todos los políticos, todos los partidos. Dicen las encuestas que unos bajan y los otros no suben apenas, que la división se hace cada vez más profunda, que resucitan viejas querellas que habíamos enterrado de común acuerdo, cediendo todos, pactando todos, siendo generosos todos. La reconciliación no es nunca un ejercicio inútil. Volver atrás, resucitar viejos y olvidados fantasmas, recuperar las historias de «buenos y malos», volver a escribir la historia, es casi siempre una incitación al enfrentamiento. Si los políticos fueran capaces de aislarse un par de horas, lejos de los acólitos y de los palmeros, se darían cuenta de que los ciudadanos piden que olviden rencillas inútiles, que dejen de insultarse y pelearse, que salgan más a la calle, que escuchen más a quienes representan, que se ocupen de lo que verdaderamente preocupa, que sean más cercanos. ¿Somos capaces de construir un país donde quepamos todos? Eso es lo que tienen que ofrecernos los políticos: una oportunidad de encuentro. En la etapa de la transición, los Fraga, Carrillo, Suárez, Guerra, Abril, Roca, etcétera, podían decirse de todo en los periódicos o en los escaños, pero luego eran también capaces de sentarse a negociar, a pactar, a defender lo pactado y a luchar por su pervivencia. Treinta años en paz, treinta años de crecimiento económico que han cambiado radicalmente la faz de esto que llamamos España. Sería una insensatez ponerlo en peligro o tirarlo por la borda. Ni políticos ni periodistas podemos contribuir a ello. Un poquito de por favor...

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