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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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SE SUPONE que la banda terrorista ETA es lo menos asimilable con un partido político, y que atribuirle esa condición es, justamente, lo menos improcedente y lo menos políticamente correcto. Pues, precisamente eso es lo que a menudo hacen nuestros políticos, y también hacemos los analistas políticos: atribuir a los comunicados de ETA, e incluso a sus atentados terroristas más pavorosos, la condición de mensajes. Como si un crimen quisiera decir más que eso: un atentado contra una o más vidas humanas por parte de un grupo que se atribuye condiciones a las del mismísimo Dios, para prolongar o quitar la vida. En ese error elemental ha caído, estos días, el secretario general del PP Ángel Acebes, que en esta ocasión tampoco ha demostrado ser la mente más lúcida o privilegiada, ni el analista más fino de la oposición. Para Acebes, el último comunicado de la banda asesina viene a demostrar que la banda ETA condiciona su declaración de tregua al hecho de que Cataluña y País Vasco sean consideradas nación en sus correspondientes estatutos, ahora mismo en revisión y reforma. Sorprende más si cabe la interpretación del comunicado etarra si tenemos en cuenta que Acebes fue ministro del Interior -el ministro del Interior del 14 de marzo-, y se supone que debiera saber mejor que nadie qué y quiénes son ETA, y qué consideración merecen sus frecuentes comunicados. Posiblemente se pueda sostener de ETA que es un poder fáctico, y que sus crímenes han servido a menudo para que los nacionalistas vascos mantuvieran viva la llama del «conflicto vasco» y el procedimiento para tratar de resolverlo: mediante la progresiva atribución de competencias a su Gobierno autónomo y la autodeterminación a sus ciudadanos. Pero de ahí a señalar, como hace Acebes, que ETA ha venido a dar su apoyo al proyecto de reforma del Estatuto catalán, como un argumento más para negar validez moral alguna al texto aprobado por el Parlamento catalán con el 90 por 100 de los votos -todos menos los del PP, casualmente-, parece una conclusión desatinada y extremosa. Pero ya hemos ido viendo hasta qué punto el PP se ha agarrado al Estatuto para anular al Gobierno de Zapatero, y particularmente a Rodríguez Zapatero. El líder socialista es el culpable máximo, acaso único, de que se esté poniendo en riesgo la unidad nacional. Y por si fuera poco, coincide en esos propósitos con la mismísima banda etarra. Todo vale para desacreditar al adversario político.

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