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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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DE CASI un desconocido alcalde de Cornellá, «charnego» residente en Barcelona, secretario general de los socialistas catalanes, José Montilla ha pasado a ser estrella política nacional indiscutible, por su propia actitud y por la obstinación de algunos de sus enemigos en su implacable persecución, por igual. Unos y otros han llegado a idéntica conclusión: Montilla es «pieza importante» y conviene cobrarla. Al diputado del PP Vicente Martínez Pujalte, le correspondió compendiar la serie de «méritos» que Montilla ha reunido en los últimos tiempos para merecer la condición de réprobo, pero el PP se quedó solo en su propósito. De igual modo, se vienen quedando en soledad el periódico y la emisora de radio que le persiguen con obstinación. Montilla tiene sus propias y numerosas tareas, y a ellas se dedica: tiene por delante la importante OPA de Gas Natural sobre Endesa, la probable elevación de las tarifas eléctricas, a su cargo está la puesta en marcha de la veintena de nuevas ofertas de televisión digital terrestre... Y cabe suponer que sobre su mesa hay otra serie de cuestiones nada menores: el presidente de turno de la UE, Tony Blair, acaba de replantear la vieja cuestión de si ha llegado el momento de regresar a la energía nuclear. También está en debate una reordenación global de las energías, las clásicas y las alternativas, los recortes que supone el Protocolo de Kioto y los que pudiera traer consigo la Cumbre del Clima que ahora mismo se desarrolla en Montreal. Todavía ha hallado tiempo para establecer un precedente: ha sido el primer miembro del Gobierno español que emplea el catalán en un consejo de la Unión Europea, en Bruselas. Un catalán aprendido, del ciudadano natural de Cabra que se ha integrado en la ciudadanía catalana y ha llegado a las máximas responsabilidades políticas. También por eso Montilla viene a ser una especie de «icono» o representación insólita. Pero es que, además, sobre Montilla recae, en buena medida, la tarea de mantener vivas y bien engrasadas las relaciones cruciales del Gobierno central con el Gobierno tripartito catalán, y del PSOE con el PSC, nada menos. O lo que es lo mismo, aquí y ahora, lo que hace de Montilla un permanente observador de la marcha de las conversaciones sobre el Estatuto catalán y sus imprescindibles «adaptaciones constitucionales». Montilla es el gozne' sobre el que gira la puerta de comunicación de los dos gobiernos, el central y el tripartito catalán, elementales en la estabilidad política nacional. Por todo ello, prescindir de Montilla pudiera plantear un problema indeseable para todos -para el poder ejerciente-, o perfectamente deseable para algunos, la oposición.

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