Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

Creado:

Actualizado:

EXPLICABAN las penas del infierno con tanta profusión de detalles que algunos niños sospechábamos que acababan de regresar de él. En opinión de aquellos minuciosos hechiceros, lo peor de todo era que, en ese ardiente lugar, no era posible contemplar a Dios, circunstancia que tenía muy fastidiados a sus moradores. Tampoco les era desconocida la topografía de la gloria, que era un sitio absolutamente confortable donde se estaba mejor que en casa de uno. Lo que dejaba mucho que desear era la cartografía del limbo. No es fácil relatar la nada. Si nos preguntaban por ese extenso paraje, los párvulos de entonces, para demostrar que habíamos aprovechado las enlutadas lecciones de nuestros educadores, debíamos decir que el limbo es el territorio adonde, según la doctrina cristiana, van las almas de los que, antes de alcanzar el uso de la razón, mueren sin el bautismo. Ahora se va a producir el desahucio de esos inocentes okupas. La Iglesia estudia la posibilidad de amnistiar a todos los inquilinos. La verdad es que no tuvieron tiempo para hacer nada, ni bueno ni malo, y no parece muy razonable que permanezcan en la inopia durante toda la eternidad, más la prórroga. Ya lo tenía dicho Joseph Ratzinger muchos años antes de que se convirtiese en el papa Benedicto XVI: «el limbo no es más que una hipótesis teológica». Creo que es necesaria esta reforma ambiental. Y bien sabe Dios que mi alegría es completamente desinteresada. A mí me bautizaron, si bien sin mi consentimiento expreso, pocos días después de nacer. En la iglesia del Carmen, en el Perchel. También me confirmaron, a su debido tiempo. Mis buenos padres creían firmemente eso de que entre alguien que haya sido sólo bautizado y alguien al que además le confirmen hay la misma diferencia que entre un niño de pecho y un varón fuerte y robusto. Y aquí me tienen ustedes, hecho un roble. A mi edad.

tracking