Diario de León

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SI EL accidente de helicóptero sufrido por Mariano Rajoy y sus cinco acompañantes no hubiera tenido el final feliz del que todos nos alegramos, España habría amanecido en medio de un drama. Afortunadamente no ha sido así, y tan feliz circunstancia nos debería invitar a la reflexión. Aunque parezca una perogrullada decirlo, convendría recordar que en esta vida lo más importante es, precisamente, eso: la vida. No la política. Quiero decir que tras escuchar el retablo de voces -desde Rubalcaba a Carod Rovira, pasando por el propio presidente Rodríguez Zapatero o Acebes y todos los demás dirigentes del PP- que se han alzado para congratularse de que, a la postre, todo concluyera en un susto, se abre paso una idea: ¿qué pasaría si todos los políticos profesionales remaran en la misma dirección? ¿Cómo sería la España fruto de esa «grossen coalición»? Sé que es un sueño -para algunos incluso equivaldría a la muerte de la política-, pero, que quieren que les diga, quizá porque las calles de nuestras ciudades y pueblos huelen ya al horneado aire de la Navidad, no me parece una idea del todo descabellada. En Alemania, tras partir las diferencias, socialdemócratas y conservadores se han puesto de acuerdo. Hay políticos que viven de crear problemas para después ofrecerse para solucionarlos. Digámoslo pronto: son malos políticos. Por muy buena prensa que tenga el habilidoso, el cañero, incluso el excéntrico, creo que un país serio se merece políticos serios. Gentes capaces de aparcar sus ambiciones personales en aras del interés general. No diré más, porque esto empieza a parecer un cuento de Navidad.

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