Cerrar

DESDE LA CORTE

Nuestra «suegra», la Constitución

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

Creado:

Actualizado:

DICEN QUE ÉSTE es el aniversario más triste de la Constitución, y quizá sea verdad. Por lo menos, es mustio. No hay alegría en su celebración. Sabemos que es su aniversario porque lo dicen los periódicos y, sobre todo, porque es día festivo y una parte importante del país está de puente. Y es que de todo nos cansamos. Cada año que pasa sentimos un poco menos la pasión constitucional. Hace unos días se publicó que la pasión amorosa tiene fecha de caducidad, como los yogures, y quizá nos ocurra lo mismo con la Carta Magna: hemos pasado de considerarla nuestra gran conquista histórica a verla como algo que está ahí y envejece con nosotros. También Miguel de Unamuno llegó al matrimonio lleno de fogosidad y ensueños, y terminó llamando «mi costumbre» a su esposa. Lo que ocurre es que este año hay algo más inquietante que la simple decadencia de la pasión: la Constitución se ha convertido en un juguete político. El sábado hubo una concentración ciudadana donde el Partido Popular se quiso proclamar defensor y garante único de esta norma, y tal actitud puso bajo sospecha a todos los demás, empezando por el que gobierna. Es probable que hoy multitud de españoles -quizá todos los votantes del señor Mariano Rajoy- estén convencidos de que la mayoría gobernante trata de violar la Carta Magna con sus concesiones a nacionalistas. Al mismo tiempo, y para «contraprogramar», como si esto fuera un espectáculo de la televisión, el presidente Zapatero introdujo una quinta propuesta de reforma: cambiar «disminuidos» por «discapacitados» en el artículo 49. Esa propuesta, aparentemente inofensiva y desde luego positiva, contiene un ingrediente nocivo: el texto constitucional es demasiado viejo. Se había demostrado en la discriminación por sexo en la sucesión a la Corona, y se confirma ahora en algo tan sensible como el mundo de las minusvalías. Añádase a todo ello la incomodidad (deslealtad para muchos) de los nacionalismos, la imposible reforma a través del Estatuto de Cataluña, el desacuerdo entre el PP y el PSOE para lograr un ámbito de consenso en torno a la posible reforma, y se llegará a una conclusión pesimista del estado de salud de la Carta Magna. Si seguimos con los símiles humanos, podríamos redactar esta biografía: comenzó siendo una niña mimada; cumplió los 18 años y el portavoz del Gobierno de entonces (Miguel Ángel Rodríguez) dijo que ya se podía sacar a bailar; siguió la crisis de la pareja y comenzaron la infidelidades; y ahora una nueva generación de políticos, lejanos al esfuerzo de consenso y generosidad que supuso su redacción, la están tratando como a una suegra antipática. Algunos ni siquiera le agradecen los servicios prestados. Qué pena. Qué pena de país.