Tiempos modernos

LA Navidad ha llegado a traición este año. Después del acueducto de esta semana sólo queda la próxima, porque al final de la siguiente ya estaremos en ella. Por eso los comercios muestran la decoración de estas fechas y en muchas fachadas se ven ya papás Noel escalando. Los hay en tal profusión (y los que todavía faltarán) que parece que no deben faltar en el hogar, igual que el árbol engalanado y en algunos el belén. Cada año recuerdo con nostalgia las navidades de mi infancia cuando, ateridos de frío, recorríamos la ciudad buscando los belenes. El favorito, sin duda, era el que se colocaba en Lubén, comercio textil que estaba en el edificio García Lubén, de Ordoño II, esquina a Alfonso V. Era impresionante, con cientos de figuras grandes, que ocupaban el interior de los amplios escaparates. También el que instalaban los Capuchinos en la iglesia de San Francisco era de grandes proporciones y tenía el atractivo de que el niño Jesús dormía por la noche y al volver la luz movía su cabecita y abría los ojos, cosa marvillosa en los años sesenta. Menos popular entonces -aunque es el único que perdura en nuestros días- era el de los Maristas, que mantiene su emplazamiento en el vestíbulo de entrada al colegio y tiene a gala la movilidad de la mayoría de sus figuras. Todas las iglesias, escuelas y la mayoría de las viviendas con niños tenían su Belén. Hoy Papá Noel le reemplaza en la ventana. Lo ven todos y no hay que montarlo, ventajas de los tiempos modernos. También el camello y la Mikado se han quedado obsoletos y ahora los Reyes Magos vienen en helicóptero...