Diario de León

DESDE LA CORTE

Serias razones para cambio de pareja

Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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EN LA «política declarativa» que vivimos estos días, quizá lo más importante ha sido el aviso que Zapatero lanzó a sus socios de Esquerra Republicana de Cataluña: su matrimonio, como todos, no es eterno y puede formar mayoría con otros novios. Como poco antes Artur Mas (CiU) se había ofrecido para ser compañero de baile, la deducción natural es pensar que Zapatero se sentiría más cómodo con los catalanes que hasta ahora han respaldado a todos los gobiernos centrales sin crearles problemas de conciencia. Y, en efecto, todos los indicios apuntan a que entre PSOE y CiU empieza a haber algo más que una buena amistad, si me permiten usar el lenguaje de las revistas del corazón. Quizá no se quieran, pero se necesitan, y hay quien sostiene que los matrimonios de conveniencia son los de mayor duración. Es posible que ese cambio no se llegue a producir nunca. Por lo menos, antes de las elecciones catalanas. Lo único que estamos es ante un aviso y la constatación de que Zapatero, al fin, se ha dado cuenta de los problemas que le causa Carod-Rovira. Sus dudas posiblemente se parezcan a éstas: ¿cuál es su credibilidad, si depende de los votos de unos diputados que jalean a encapuchados que piden el cierre de un medio informativo? ¿En qué papel queda ante la opinión pública, si las Juventudes de su socio invitan a arrancar hojas de la Constitución? ¿Cuál es su proyecto político, si para la reforma territorial del Estado depende de quien propugna la independencia de una región? Y, sobre todo, algo que hemos planteado muchas veces: ¿cómo se puede gobernar bajo la presión de quien amenaza constantemente con el chantaje de dejar caer el gabinete si algo no se hace a su gusto? Esa sencilla exposición de interrogantes sería suficiente para plantear un divorcio. Detrás de algunas de esas preguntas se esconde incluso la dignidad del gobernante. Y detrás de todas, una parte de los votos que el PSOE ha perdido. El matrimonio con ERC sólo ha permitido dos ventajas: dar al socialismo el gobierno de Cataluña y, por extensión, el de España. Y nada más. A partir de ahí, el desgaste. Hay más ciudadanos que ven a Zapatero rehén de Carod que a la inversa. Hay una crítica social profunda al exceso de poder autonómico y estatal que se ha otorgado a quien obtuvo algo más de medio millón de votos. Y se ha regalado al PP un argumento de oposición difícilmente refutable: se hace más caso a ese medio millón que a sus diez millones de votantes. Ante esas evidencias, cambiar a Carod por CiU no es el bálsamo de Fierabrás. Pero los convergentes, al menos, tienen experiencia de colaborar en tareas de Estado. Y, en vez de arrancar hojas, tienen el gesto de acudir a la fiesta de la Constitución.

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