Diario de León
Publicado por
ANTONIO PÉREZ HENARES
León

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A LOS tres años no resucitó, como soñaba Vizcaíno Casas, pero a los treinta lo que ha resucitado ha sido el antifranquismo. Y han puesto a Franco de moda. Los neoantifranquistas dominan el panorama político y el discurso hegemónico. Son de cuidado, porque dan carnés de progre y, a nada que no les cuadre, proclaman el anatema fatídico «¡Facha!» y le cuelgan a uno el sambenito de por vida. Son la nueva inquisición de lo políticamente correcto y, tal es la desmesura y la continua sinrazón de sus Autos de Fe, que en verdad son los que profieren e imponen la condena quienes mas dignos serían del calificativo totalitario. Pero en estos tiempos de confusión, donde retrógrados nacionalistas de la especie más reaccionaria e insolidaria como Carod Rovira o los cachorros de Arzallus son considerados los progres de las patrias, no pueden esperarse mas que esperpentos. Andar a estas alturas haciendo del antifranquismo una bandera política definitoria para acusar al contrario de ser su heredero no es más que grosera propaganda. Pero lo malo pueden ser sus consecuencias, y volver a escarbar en fosas y odios que tanto esfuerzo y generosidad por ambas partes costó sepultar en 1978. Muertos en la Guerra Civil los tienen todos, y para nadie el suyo fue jamás un «muerto justificado». Puestos a un ejemplo, les brindo el de nuestro gran escritor Buero Vallejo, cuyo padre, teniente coronel de ingenieros, fue fusilado en Paracuellos, y el dramaturgo condenado por el bando contrario a muerte, de la que le salvó poco menos que un milagro. Esa fue la guerra. Esa la atrocidad. Quede para los historiadores y para el juicio de la historia lo sucedido, pero que no envenene nuestra convivencia. Otra cosa, bien diferente, es que se repare ciertos residuos aberrantes. Que algunas gentes, que las hay, no puedan enterrar dignamente a sus muertos todavía por fosas comunes, que en los expedientes de otras tantas víctimas de la represión se añada el insulto a la condena que sufrieron. Pasar página no significa desmemoria. Pero es más que necesario transitar por ese territorio con respeto y con cuidado. No tienen ni una cosa ni la otra estos encendidos antifranquistas que nos han aparecido cambiados de milenio. También es necesaria la memoria para con ellos, aunque algunos tan interesadamente la quieran perder de por dónde andaban y por dónde caminaban otros, y dónde a muchos que ahora tanto claman ni por asomo se les ocurrió enseñar la nariz. Era hace treinta años y era antes de esos treinta en que murió el dictador cuando tocaba ser antifranquista. Ahora me parece que no significa nada más que una pose y una excusa, un pedigrí de prestado y, va a ser eso, una solicitud de un cargo.

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