Un puente descabellado

A MEDIDA que transcurren las fechas de este «puente», arrecian las críticas: la alternancia absurda de días festivos -martes y jueves- ha dificultado la actividad de los que han trabajado y el ocio de los que no lo hacían, en perjuicio de todos. Lo natural hubiera sido mover uno de los dos festivos para limitar la parálisis. El desorden ha sido tal que las familias se han visto con frecuencia divididas -con miembros que trabajaban y otros que no-, en tanto los colegios tampoco han unificado los criterios. Un país serio no puede permitirse estas frivolidades, y menos en puertas de otro período, el navideño, en que la actividad también se resiente. El sistema de fiestas de este país debería ser objeto de una racionalización inteligente, con el previo y correspondiente debate parlamentario.