Penitencia

BÁSICAMENTE, el asunto nacionalista en este país (¿estado?, ¿nación?, ¿comunidad nacional de naciones? ¿...?) a mí me parece una lata a la que la clase política dedica un tiempo precioso que debiera emplear en asuntos de mayor enjundia. La propuesta de nuevo Estatuto para la comunidad gallega presentado por el BNG, con la esperable reivindicación de la nación gallega «explicitada en un feito histórico, lingüístico, cultural, socioeconómico e político de ampla raigame e singularidade» y particularmente su disposición final tercera, en la que plantea la posibilidad de la incorporación a Galicia de «municipios limítrofes de características históricas, culturales, económicas y geográficas análogas», ha generado y generará una abundante ración de letra impresa a éste y al otro lado del Cebreiro. La propuesta ha sido recibida con cierta condescendencia por algunos ayuntamientos bercianos limítrofes a los que una comprensible desesperación por décadas de abandono les empuja a flirtear con la idea de abandonar la periferia de una comunidad deshilachada para convertirse en periferia de otra comunidad dotada con el «prestigio» de lo histórico y lo lingüístico. Lo curioso del caso es que la propuesta es redundante puesto que las posibles alteraciones territoriales están en la actualidad reguladas por ley. Estamos, pues, ante un nuevo capítulo del pulso entre partidos nacionalistas-nacionales que, como señaló hace tiempo el profesor Josep M. Colomer, deberíamos entender como «la penitencia que pagan por el pecado de mantener un sistema electoral excluyente que ha eliminado otros elementos potenciales de pluralismo».