Diario de León
Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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LA ESTUPIDEZ y la hipocresía. Dos pecados capitales que no están en el prontuario católico aunque lo merezcan. Vamos por partes, que diría Jack el destripador. La estupidez va cosida a la cantinela de los muertos en la carretera. Y la hipocresía, a la cruzada contra los fumadores. Los dos asuntos están en el orden del día. Aquel, por el reciente balance de 100 muertos durante el largo puente de la Constitución y la Purísima. Este, por la ya inminente entrada en vigor de la Ley del Tabaco. La estupidez anida en esas cifras tercermundistas que refieren la muerte absurda de casi diez personas al día en las carreteras españolas. Como ese trastorno de la personalidad no es atribuible al estado de la carretera ni del vehículo, queda claro que servidor es de los que desvían la carga de la prueba hacia el factor humano. También anida el factor humano en la ofensiva contra el tabaco, pero camuflado en el sistema con los perfiles de la hipocresía. Cierto, el sistema arremete contra el fumador pero no contra la producción o la distribución del tabaco, que son instancias encomendadas al poder regulador del mismo sistema que desencadena la cruzada mediante el ejercicio de su capacidad legisladora. El factor humano, siempre el factor humano, pero vean la diferencia. El fumador, como el automovilista que se convierte en candidato a donante de órganos por imprudente, puede ser un estúpido pero no un hipócrita. La hipocresía está en un sistema que, en nombre de la salud pública, está a punto de crear una nueva raza de proscritos sociales, los fumadores, mientras el mismo sistema se muestra tolerante y comprensivo con otras amenazas a la salud pública, como la guerra, la pobreza, los atentados ecológicos, el ruido de las grandes ciudades, etcétera. En cuanto a los muertos de tráfico, la hipocresía del sistema se revela en el hecho de que los límites de velocidad afecten a los conductores y no a los fabricantes de automóviles. Sin embargo, es la estupidez humana la que en definitiva es principal causante de esas 3.150 muertes en las carreteras españolas durante el presente año. Cierto que las carreteras convencionales podrían estar mejor diseñadas y mejor mantenidas, pero hay cosas que si no se han aprendido a su debido tiempo en la escuela -la primaria, y la secundaria, no la de tráfico-, difícilmente se aprenderán más tarde. Me refiero a esas conductas del automovilista que, en realidad, reproducen el perfil educativo del individuo, que se hace muy relevante al volante de un coche.

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